martes, 16 de septiembre de 2008

LOS SINDICATOS DEBEN CONVOCAR UNA HUELGA GENERAL

Aunque el gobierno se resiste a reconocer públicamente toda la gravedad de la situación económica, la Unión Europea ya ha pronosticado para el Estado español una recesión para los dos últimos trimestres del año (del 0,1% y 0,3%, respectivamente). En la práctica, la economía ya se encuentra estancada y la construcción, el sector que tiró de todos los demás durante más de una década, sigue sufriendo una caída en picado y amenazando con desestabilizar todo el sistema financiero. Recientemente Financial Times publicó un artículo en el que hacía un balance de las economías portuguesa, italiana, griega y española en el que concluía: "Hace ocho años, los cerdos llegaron realmente a volar. Sus economías se dispararon después de unirse a la eurozona. (...) Ahora los cerdos están cayendo de nuevo a tierra". El mismo rotativo económico británico advierte que en el Estado español se puede ver "lo más dramático" de la crisis económica mundial y que es inexorable una "profunda recesión".
Tal como los marxistas señalamos en respuesta a las vanas ilusiones del gobierno, el desplome de la construcción ya ha tocado de lleno a la industria. La producción industrial cayó un 4,4% en julio respecto a un año antes y supone el tercer mes consecutivo en que este indicador disminuye. Tan sólo en el primer trimestre del año se han cerrado 8.530 empresas, un incremento del 42,4% respecto al mismo periodo del año anterior.

Efectos sociales dramáticos

Los efectos sociales del cambio de ciclo ya se están haciendo notar y de un modo dramático para miles de familias. En un año el paro se ha incrementado un 24,7%, 500.000 parados más que el verano pasado, alcanzado un total de 2.531.000, siempre según cifras oficiales. La cifra de parados es la peor desde febrero de 1998, pero lo peor está por llegar.
Las familias están restringiendo bruscamente el consumo y no sólo de bienes duraderos (caída del 16% en julio respecto a julio de 2007) sino también en alimentos y otros productos de primera necesidad. El Estado español es, junto a Luxemburgo, el segundo país europeo donde más bajaron en julio las ventas del comercio minorista, un 5,9%, respecto al mismo mes de 2007.
Mientras tanto, los trabajadores que conservan su puesto de trabajo siguen perdiendo poder adquisitivo: el aumento salarial medio pactado en los convenios colectivos firmados hasta julio alcanzó el 2,84%, según datos del ministerio de Trabajo e Inmigración. Sin embargo, esta subida es muy inferior al incremento de los precios registrado hasta julio, que según el Instituto Nacional de Estadística (INE) fue del 5,3%.

El gobierno, al rescate de la banca y los capitalistas

Ante esta situación, ¿cuál es la actitud del gobierno? Zapatero se llena la boca diciendo que va a "dedicar los recursos a apoyar a los trabajadores, a los que pierden el empleo, a los pensionistas... Pero que no me pidan dinero para salvar empresas de aquellos que han tenido grandes beneficios a través de procesos que, en muchas ocasiones, no han sido adecuados para la economía" (El País, 8-9-08). Esas palabras son muy bonitas, pero los hechos las desmienten. Pocos días después Zapatero rectificó y anunció en el Congreso una línea de crédito de 3.000 millones de euros, ampliables, para las constructoras y otras medidas destinadas a beneficiar, precisamente, a los que "han tenido grandes beneficios a través de procesos que, en muchas ocasiones, no han sido adecuados para la economía": la banca.
El gobierno de Zapatero quiere evitar "el riesgo de que las entidades financieras se enfrenten a un conjunto de suspensiones de pagos con el consiguiente impacto negativo sobre sus balances". Son palabras literales de La Moncloa. Es decir, se va a utilizar el dinero público, como en EEUU, para salvar los intereses de una minoría de privilegiados que son, a su vez, los principales responsables de la crisis capitalista.
La banca ha sido la principal protagonista de la bacanal especulativa de la última década. Una ínfima minoría de parásitos ha amasado beneficios gigantescos, nunca vistos anteriormente, año tras año, a costa del sacrificio y explotación de millones de familias (éstas dedican el 46,2% de su renta disponible a pagar las hipotecas, un aumento, en sólo tres años, del 10,2%); y ahora que la burbuja inmobiliaria que ellos mismos insuflaron para llenarse los bolsillos ha estallado, ahora que estas entidades financieras se ven amenazados por la morosidad y por las dificultades cada vez mayores de obtener préstamos de la banca privada extranjera y del BCE, quieren que el Estado venga al rescate para sacarles las castañas del fuego.
Para los banqueros y empresarios dinero contante y sonante; para los trabajadores palabras muy sonoras sin ninguna medida práctica que las apoye. El gobierno ha anunciado el incremento del 6% de las pensiones mínimas. ¿Pero cómo se puede presentar esto como un grandísimo avance si ni siquiera compensa el incremento del coste de vida y las pensiones se mantienen en una cuantía miserable? En contraste, el gobierno ha suprimido el Impuesto sobre el Patrimonio, de forma que los grandes capitalistas dejarán de pagar al Estado 1.800 millones de euros. El giro a la derecha del gobierno de Zapatero es real y concreto. La decisión de recortar en un 70% la oferta pública de empleo para 2009, restringir el dinero de los ayuntamientos para cubrir servicios esenciales para la población, o las medidas a favor de la privatización de la enseñanza y la sanidad pública son hechos que los discursos no pueden desmentir.

¿Otro modelo de crecimiento?

Como si fuéramos niños de tres años, el gobierno y los dirigentes sindicales tratan de embaucarnos con cuentos: ¡Hay que apostar por "un nuevo modelo de crecimiento" para salir de la crisis! nos dicen; un "modelo" basado en la industria, en la tecnología, en la formación, etc., y que sustituya el ladrillo y la mano de obra barata como motores de la economía. Una vez más, palabras y más palabras

El pequeño inconveniente de este plan estratégico de Zapatero es que los capitalistas tienen sus propios proyectos: preservar sus beneficios y poner el capital acumulado en los últimos años a buen recaudo. Y tienen bastante claro cómo hacerlo: abaratando más los costes salariales, intensificando la explotación de los trabajadores, "adecuando las plantillas al volumen de negocio", es decir, despidiendo a la gente, y congelando las inversiones hasta que se presenten oportunidades más claras o meter el dinero en otras burbujas especulativas que les brinden altas tasas de beneficios. De hecho, otro de los síntomas de la profundidad de la crisis de sobreproducción, es la clara caída de la inversión y de los beneficios empresariales en el sector industrial. Y la razón de ello es que no pueden colocar el mismo número de mercancías en el mercado que hace un año. Si el mercado está saturado, si las ventas caen estrepitosamente ¿A cuento de qué un empresario va a invertir en aumentar su capacidad productiva, en nuevas plantas o en más contrataciones de trabajadores?

El reformismo hace el caldo gordo a la derecha

Así, mientras el gobierno del PSOE se implica cada vez más en hacer el trabajo sucio para los empresarios y los banqueros y trata, convulsivamente, de hacer "gestos progresistas" que provoquen algún ladrido del PP (cambio en la legislación del aborto, concreción de la Ley de Memoria Histórica, propuestas sobre el suicidio asistido, etc.), la derecha, dentro de su nueva orientación, se cuida mucho de no despertar la ira de la clase obrera y de la juventud más allá de un cierto límite, porque han entendido amargamente que cuando la base social de la izquierda se moviliza tienen bastantes papeletas para salir perdiendo, tanto en el terreno electoral como en la calle.
La política procapitalista del PSOE, incapaz de ofrecer una alternativa y desplegar todo el potencial de lucha de la clase obrera, se ha convertido en la principal esperanza del PP. Obviamente, este esquema sería imposible sin la colaboración de los dirigentes sindicales, situados en la última línea de contención de la lucha de la clase obrera. Su última aportación al debate ha sido la de mostrarse "relativamente satisfechos" con la austeridad presupuestaria del gobierno para 2009, que les transmitió el pasado 10 de septiembre Solbes. Fidalgo lo justificaba diciendo que "tiene que ver con la situación económica", por tanto no hay nada que hacer. Pero este lamentable papel lo están jugando en un momento en que su sindicalismo de moqueta y su autoridad política está bajo mínimos, y la insatisfacción de la clase obrera y de la juventud está en sus máximos. Este es el punto de apoyo más importante de todos aquellos que defendemos la necesidad de pasar a la ofensiva para frenar todos los ataques de la burguesía, y recuperar nuestros sindicatos como auténticos instrumentos de lucha. Los sindicatos de clase tienen que rectificar su orientación y empezar a preparar una huelga general para obligar a un cambio radical de la política del gobierno en beneficio de los trabajadores. Defender los empleos, defender los salarios y los servicios públicos sólo es posible con la movilización masiva y unitaria del conjunto de la clase trabajadora.
La experiencia ha demostrado que el único modelo de crecimiento que tiene el capitalismo es el incremento de la explotación y de la desigualdad. Bajo el capitalismo no hay otro modelo posible. Lo verdaderamente importante es el modelo de sociedad, la lucha por el socialismo. Esta es la única salida para las masas y para las generaciones futuras. Esa será la causa que, por su propia experiencia, abrazará la clase obrera en los próximos años. ¡Organízate con nosotros para llevarla a la victoria!
EL MILITANTE