sábado, 3 de noviembre de 2012

AUTOCRÍTICA


 Ciertamente, fue un error la reforma de la Constitución, modificando su artículo 135 para en él introducir el objetivo del límite de déficit en las cuentas públicas y, lo más grave, el compromiso de atender por parte de las administraciones a las obligaciones del pago de la deuda de forma absolutamente prioritaria –así quedó expresamente establecido-. De enorme desacierto lo calificamos en su día los cuatro diputados del Grupo Parlamentario Socialista que en la pasada Legislatura no votamos a favor de esa reforma promovida por el gobierno del PSOE que apoyábamos. También nos manifestamos contra el “procedimiento exprés” que se empleó. Ante una cuestión crucial, actuamos en consecuencia al no estar de acuerdo con dicha reforma ni por la forma ni por el contenido, ya que no sólo no frenaría la especulación financiera, sino que además iba a suponer una tremenda cuña neoliberal en el texto constitucional. Se abría paso la sacralización del déficit cero y una peligrosa absolutización del pago de la deuda que acabaría atentando contra las políticas públicas del Estado social. Los brutales recortes padecidos por la ciudadanía, cuando nuestro país está metido en el infernal círculo de la deuda, lo confirman. 


   Quienes actuamos como se acaba de narrar no podemos más que dar por buenas las recientes declaraciones del presidente de la Junta de Andalucía reconociendo lo erróneo de aquella reforma. Con ello, el también secretario general de los socialistas andaluces y presidente del PSOE ha dado un paso importante hacia la autocrítica de una formación política que ha de hacer balance de su trayectoria teniendo que afrontar una pérdida incontenible de votos y un fuerte deterioro de su credibilidad. Lo que cabe añadir es que la autocrítica no puede quedarse en gesto puntual, en la superficie de unos hechos que requieren análisis en profundidad. De poco sirven peticiones de perdón cuando lo que procede es neutralizar las consecuencias de lo criticado y poner los medios para recomponer las cosas tras el cambio que con tan mala fortuna se hizo.

   A la obligada autocrítica habrá que aplicar lo que decía Marx de la imprescindible crítica: hágase “sin contemplaciones”, de manera que “no se asuste ni de sus consecuencias ni de entrar en conflicto con los poderes establecidos”. Hacer autocrítica implica también en este caso colisionar con poderes económicos bendecidos por la ideología neoliberal de la que se ha visto contaminado un PSOE escaso de resistencia frente el capitalismo financiero. Pero también frente a poderes de andar por casa, mas con mucho potencial de corrosión –por corrupción- de la credibilidad ante la ciudadanía. La autocrítica debe llegar asimismo al hecho de no asumir como se hubieran debido las responsabilidades políticas ante el caso de los EREs. También lo dijimos en su día. 


Jose Antonio Pérez Tapias

JJo