AVE MARIA
Es un admirable ejercicio de coherencia que los conservadores elogien con fervoroso entusiasmo la figura de quien profesa su misma fe, respalda sus aspiraciones políticas, coincide en ideologías y principios y comparte un glorioso pasado de lucha contra marxistas, comunistas, socialistas y rojos en general. Pero que esa mal llamada izquierda (en estas pasadas elecciones se le han visto el plumero, pues solo han sacado un diputado) se deshaga en halagos ante quien bendice a dictadores, santifica a torturadores, favorece la difusión de enfermedades de transmisión sexual, pone trabas a la investigación genética, tolera la pederastia, discrimina a los homosexuales y excluye a la mujer, Es evidente que la Iglesia como institución tiene capacidad para hacer algo más por los desvalidos, los oprimidos y los olvidados de este mundo que evangelizar aborígenes y excomulgar a quienes utilizan anticonceptivos o se dejan seducir por los placeres de la carne. Si Dios existiera, dudo que se preocupara por como los humanos vivimos nuestra sexualidad. A mí me parece que ya somos políticamente mayorcitos, para confundir el Estado laico con el catecismo Ripalda. Y que en la Justicia, con los códigos, mejores o peores, pero eso sí, aprobados democráticamente en los Parlamentos, no recuerdo que se refleje la necesidad de pedir disculpas o perdón, ni siquiera en los asesinos masivos o reincidentes, ni siquiera en los delitos de terrorismo. Contra un delito se dicta una sentencia, por los órganos competentes, pudiendo ésta acogerse o no a los beneficios posibles que el Estado de Derecho concede: bonificaciones, amnistías, indultos, etc. etc. pero nunca he visto que los condenados tengan que ir al “confesionario público” y pedir perdón. El cumplimiento de una condena, no es una penitencia de 3 Padrenuestros y 2 Avemarías, ni se precisa dolor de corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados, etc. etc. Es más de manera objetiva, la Justicia observa que si ese afán de repetir aparece, un cargo más para el delincuente es el de reincidencia. Lo que parece obsesivo, por parte del partido conservador, es el afán de que los demás pidan perdón, y llega hasta los casos irrisorios que cuando se descubre la implicación de la colaboración en la represión de Guantánamo, realizada bajo el gobierno anterior del Partido Popular, explicitan con total hipocresía que es el gobierno actual el que tiene que pedir perdón. De igual forma tras dos años de acusaciones infames por haber salido de la guerra imperialista de Irak, ahora reconocen los que nos metieron en ella, que se habían equivocado, que no había armas de destrucción masiva (¿Por qué no creyeron a los inspectores de la ONU que lo dijeron antes de comenzar los bombardeos?) exigen que se les crea y que los demás les pidamos perdón, porque ellos siempre obran de buena fe. Terminare que con este “espíritu de confesionario” con las magistrales palabras de Pilar Manjón, víctima del terrorismo, en que reconoció antes de que se lo preguntasen que ¡no perdonaría jamás!. No explicó por qué, pero haciendo un ejercicio de interpretación podría decirse que, al igual que existe el pecado del crimen, existe el pecado del robo, y que la misma Iglesia que está exigiendo perdón, siempre a las izquierdas, La Iglesia no es capaz de pedir perdón por su errores cometidos, lo mismo que la derecha se mantiene en su defensa que lo que tienen que pedir perdón son los otros, por los errores que ellos cometieron en su día. Políticamente, lo que hay que hacer es negociar, es ser solidarios, es buscar puntos de unión, es aplicar las leyes democráticas, es declarar la nulidad de los actos dictatoriales y antidemocráticos, y no las acusaciones continúas solicitando que el rival debe pedir perdón.
José María Domínguez
sábado, 5 de abril de 2008
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