lunes, 29 de diciembre de 2008

¡VIVA LA RESISTENCIA PALESTINA!


La Secretaria de Organización del PSOE Leire Pajin afirma "que hemos asistido a una masacre que no puede quedar impune". Tiene razón; pero el problema es que como llevar a cabo lo que dice en un sistema que está dominado por el capitalismo. En un sistema donde la potencia hegemónica ha vetado todas las resoluciones de la ONU que van en contra del Estado Sionista.
Existe otro culpable que no es más que la actual dirección de la Autoridad Palestina. Su traición al pueblo palestino tampoco puede quedar impune. Ayer mismo, ante la masacre, un dirigente de Al Fatah afirma que se encontraba perdido ante la dirección y sin respuesta ante sus bases. Esta es la realidad de la traición
En el otro lado queda la sin razón de las armas y del genocidio de la franja de Gaza. Frente a un gobierno elegido democráticamente por los palestinos el estado sionista reaccionó con el bloqueo económico y político
Hoy el salto en el vacío del sionismo volverá a dar alas a Hamás y al terrorismo suicida, lo que traerá más muerte en Oriente en un ciclo sin fin...
El sionismo busca desde sus inicios el Gran Israel
El sionismo no busca la paz, busca de nuevo una limpieza étnico y nuevos territorios para sus colonos.
NO ES UNA GUERRA DEFENSIVA ES UNA INVASIÓN EN TODA REGLA
¡VIVA LA RESISTENCIA PALESTINA!
POR UNA NUEVA DIRECCIÓN PALESTINA QUE LUCHE POR UNA FEDERACIÓN SOCIALISTA
Javier Méndez-Vigo

domingo, 28 de diciembre de 2008

¡¡ALTO A LA MASACRE DEL PUEBLO PALESTINO!!


“El ejército israelí bombardea Gaza. Los misiles se han dirigido contra edificios propiedad del movimiento islamista Hamás. Las fuerzas aéreas israelíes han lanzado alrededor de 20 misiles a diversos objetivos en la ciudad de Gaza causando importantes daños. Según las primeras informaciones suministradas por Hamás, que controla la Franja, hay más de 40 muertos y decenas de heridos. La televisión Al Jazeera, que cita a fuentes médicas de Gaza, informa de 120 muertos y más de 200 heridos. Los misiles israelíes han alcanzado, al menos, una treintena de edificios, en su mayoría sedes del movimiento islamista Hamás, algunos de los cuales han resultado totalmente destruidos. Éste se trata del ataque más importante tras el fin de la tregua entre Hamás e Israel declarado el pasado 19 de diciembre. “ (El País.com Internacional.27-12-08)

Continúa la matanza en Oriente Medio y el mundo se horroriza ante tanto terrorismo de Estado y tanto terrorismo individual. ¿Qué pasa en la zona? ¿Quienes son los responsables de tanta muerte y destrucción?. La respuesta no es nada fácil, pero es preciso seguir analizando la situación con el anhelo de que se detenga tanta locura y tanto sufrimiento de los pueblos sometidos por las grandes potencias. Hace menos de cuatro meses, en un escrito de Dekel Avshalom, titulado “Tres años después de la retirada israelí de Gaza: una evaluación crítica”, éste comentaba la situación en los siguientes términos: “Hace tres años, el 15 de agosto de 2005, el gobierno israelí implantó su plan de retirar los controles militares y los asentamientos judíos de la Gaza ocupada. El movimiento contó con el apoyo de la mayoría de los israelíes, especialmente entre la izquierda y centro-derecha israelí. Pero contó con la oposición activa de la mayor parte de la derecha, los sionistas religiosos, algunos sectores de la burocracia militar y la subclase empobrecida que vive en las periferias de las ciudades israelíes, influenciados por una dirección ortodoxa. El plan además contó con una amplia cobertura tanto en los medios de comunicación israelíes como internacionales. Provocó una serie interminable de debates y el inicio en la sociedad israelí de campañas masivas y manifestaciones de masas a favor o en contra del plan.

Ha llegado el momento de evaluar el significado histórico del plan a la luz tanto de sus críticas como apoyos. ¿Fue realmente un paso para acabar con la ocupación como pretenden algunos sectores en la izquierda? ¿Qué implicaciones tuvo para las masas palestinas y judías de la región?

La razón de la retirada: la demografía territorial

Se han sugerido muchas razones para explicar el “cambio de corazón” de Ariel Sharon: de terco seguidor e implantar asentamientos judíos en los territorios ocupados en sus inicios como primer ministro israelí, a evacuar a los colonos judíos sin un acuerdo de paz. Algunos han sugerido que fue el resultado de la presión norteamericana. Otros, un deseo para complacer a la judicatura y los medios de comunicación (que en Israel se considera que están orientados a la “izquierda”), en un momento en que estaban apareciendo importantes acusaciones de corrupción. Otros sugirieron presión de los lobbies empresariales israelíes. Puede que en todo ello exista algo de verdad, pero las verdaderas causas del plan de retirada no fueron de contingente ni accidentales. Sus orígenes están en la base del colonialismo sionista.

El sionismo es un movimiento colonial que siempre se basó en dos principios: demográfico y territorial. Con territorio queremos decir el deseo de los sionistas a extender su territorio tanto como sea posible. Demografía significa mantener el territorio con una aplastante mayoría judía.

Hasta los años ochenta, estos dos principios básicos parecían solaparse. Israel pensaba que podría mantener indefinidamente los territorios ocupados durante la guerra de 1967, independientemente de lo grande y atestada que fuese la población palestina. Confiaba en su capacidad de fragmentar y reprimir a los palestinos hasta el punto en que no representasen una amenaza. Los gobiernos israelíes se engañaban a sí mismos pensando que el aumento del nivel de vida mediante el empleo por parte del capitalismo israelí sería suficiente para mantenerles dóciles y obedientes.

Esta ilusión se despedazó en 1987. Los niveles de vida puede que hayan aumentado, pero el capitalismo israelí también se enfrentó a la crisis económica internacional. Los empleos comenzaron a escasear y la población aumentaba mientras la economía se estancaba. Además, la nueva generación de palestinos más culta quería algo más de la vida que ser no-ciudadanos y trabajadores no cualificados para el capitalismo israelí. La clase dominante israelí se enfrentó a una gran rebelión de la sociedad palestina. La demografía comenzó a chocar con el territorio y desde entonces el escenario político de Israel se ha dividido entre demográficamente orientado a los sionistas y territorialmente a los otros. Por primera vez, los líderes israelíes comenzaron a pensar en librarse de algunos territorios, particularmente de Gaza con una población muy densa y políticamente movilizada. Ya en 1989 Shimon Peres, uno de los principales políticos y más tarde impulsor del sionismo demográfico, anunció la intención de retirarse de Gaza, convirtiéndola en un estado palestino “libre”, mientras mantenía Cisjordania.

El sionismo demográfico tuvo su apogeo en 1993, durante la administración de Rabin, en el contexto del fracaso de Israel frente a la resistencia palestina de masas. Fue un intento serio de convencer con engaños a la dirección de la resistencia palestina, la OLP, un intento de Israel de vigilar a las masas palestinas a cambio de su reconocimiento y control de algunos enclaves palestinos. Aunque oficialmente esto pondría a muchos palestinos fuera de la responsabilidad de Israel, no oficialmente, el nuevo “estado” y la OLP aún dependerían de Israel. Este proceso fue alterado por el asesinato de Rabin a manos de un derechista religioso radical. Pero este plan no se habría podido completar aunque Rabin no hubiese sido asesinado: era dudoso que las masas palestinas tragasen con él. Algo que se pudo ver en la nueva insurrección del año 2000.

En el año 2000, la insurrección palestino reapareció con una mayor fuerza, superando la combatividad de la anterior Intifada de 1987. Trágicamente, esta insurrección en su mayor parte contó con la dirección reaccionaria de Hamas. Incapaz de ofrecer soluciones, Hamas comenzó una campaña violenta de terrorismo individual. Mientras causaba la muerte de cientos de civiles israelíes, hacía el juego al Estado sionista que atacó a la población palestina con medidas contraterroristas cada vez más violentas, convirtiendo las vidas de los palestinos en un infierno en vida.

La OLP sufría la presión de la insurrección y las consecuencias de los ataques israelíes, su dirección estaba debilitada con relación a la ascendente Hamas, eso les obligó a radicalizar su posición hacia Israel, varias fracciones de la OLP comenzaron a realizar por decisión propia atentados terroristas contra Israel. En estas circunstancias, la elite gobernante israelí explotó la nueva situación apretando los tornillos a la dirección de la OLP y así utilizarla contra Hamás.

El sionismo territorial parecía volver a la situación de tablas. La arrolladora victoria de Ariel Sharon sobre el primer ministro laborista Ehud Barak selló el acuerdo. Sharon no ganó porque pudiera resolver alto, su victoria era fruto de la rabia y la desesperación. Los israelíes llegaron a creer que las anteriores concesiones a la OLP significaban un “sacrificio enorme”, entregar partes importantes de la eterna patria judía, todo por la paz. La insurrección para muchos israelíes fue considerada una traición de los palestinos, una prueba de su “barbarie” y una naturaleza engañosa que debía ser vengada. Pero todo esto no resolvía la contradicción original: la tarea de controlar directamente a la población palestina se hizo más difícil y costosa. Los estrategas israelíes tenían que soltar algo de vapor. Tuvieron que renunciar a la dominación de algunos de los territorios más habitados de Palestina incluso sin la colaboración de la OLP.

Esta situación dio lugar a dos planes mutuamente inclusivos: evacuar a los colonos judíos de la Gaza ocupada mientras al mismo tiempo construir un muro entre los asentamientos judíos y palestinos en la Cisjordania ocupada. Ambas medidas realmente son parte de uno y el mismo plan: aflojar el control formal israelí sobre algo de territorio, mientras al mismo tiempo mantiene la mayoría judía dentro de la nueva frontera. Lo irónico fue que la contradicción era tan grande que fue el propio Ariel Sharon, el promotor más radical del sionismo territorial, quién tuvo que implantar por primera vez el sionismo demográfico en toda la historia de Israel.

Los seguidores del sionismo demográfico, incluido elementos muy a la “izquierda”, intentaron presentar el plan como un paso hacia la paz. No era otra cosa que un engaño cínico. El plan de retirada puede que haya eliminado asentamientos judíos y puestos militares, pero no ha cambiado el hecho de que Gaza sea la prisión más grande del mundo. No ha hecho a los palestinos de Gaza más independientes: tendrían más libertad para moverse dentro de Gaza, pero estaban condenados a ser dependientes y estar bajo el pulgar del estado israelí (o más tarde Egipto), sólo podrían abandonar el territorio por una razón: empleo, alimentos, electricidad, cuidado sanitario, materias primas y otras mercancías. La economía de Gaza dependía de los colonos. No es sorprendente que después de la implantación del plan, se produjera un declive importante de la economía de Gaza. De esta manera, la eliminación de los asentamientos no sirvió para detener la ocupación, sólo permitió una mayoría palestina dentro de sus fronteras pero Israel mantenía su grillete sobre Gaza.

La retirada y la izquierda israelí

Si antes de 2004 alguien le hubiera dicho a Yariv Oppenheimer, el secretario general y portavoz de la mayor organización israelí de izquierdas, Shalom Achshav (Paz Ahora), que apoyaría al gobierno de Ariel Sharon, Oppenheimer habría puesto en cuestión la salud mental de su entrevistador. Después de todo, Sharon era el némesis de la izquierda israelí y de los movimientos de derechos humanos. Sharon fue la principal fuerza que estuvo detrás de la primera guerra del Líbano, responsable de incontables muertes, heridos y vidas arruinadas tanto en Líbano como en Israel. También fue la inteligencia superior del proyecto de asentamientos israelíes, diseñada para utilizar los asentamientos judíos para controlar los territorios ocupados, marginando a las masas palestinas e impidiendo que consiguieran sus derechos, al mismo tiempo que las explotaban como mano de obra barata. Desde 2003, Sharon encabezó uno de los gobiernos más letales y violentos de la historia de Israel: utilizando métodos de represión sin precedentes contra los palestinos corrientes mientras que al mismo tiempo era incapaz de detener el terrorismo, alimentado por la desesperación palestina. Su gobierno también se vio inmerso en la corrupción, con el propio Sharon implicado hasta los huesos, mientras que al mismo tiempo aplicaba una política neoliberal radical contra las masas trabajadoras israelíes.

¿Qué activista de izquierdas tiene razones para apoyar a este tipo de gobierno?

Por si no fuera suficiente, no sólo Oppenheimer, sino casi toda la izquierda israelí apoyó la posición de Ariel Sharon y su gobierno. Esta anomalía se explica con facilidad. Lo que en Israel recibe la etiqueta de “izquierda” no es un movimiento basado en la lucha de la clase obrera por el socialismo y la democracia, como ocurre con los principales partidos de izquierda que surgieron en Europa. Estos movimientos en Israel nunca crecieron a gran escala. En su lugar, lo que se denomina izquierda se trata más de bien de una fracción de la elite, que utiliza retórica socialista y práctica corporativista para convencer a los trabajadores judíos de que construyan su propia prisión: el estado capitalista sionista. Estos grupos de la elite compartían la versión fría y pragmática del sionismo promovida por el primer ministro de la historia de Israel, David Ben-Gurion. Su principal preocupación es consolidar el Estado a través de la mayoría judía.

Cualquier principio ideológico o moral es algo secundario en sus objetivos.

Una generación tras otra, estos grupos se han reencarnado en el Partido Laborista, y en su satélite liberal de izquierdas, el partido Meretz, y en el movimiento extra-parlamentario SHlaom Achshav. En su mayoría proceden de judíos de clase media y alta. Los dirigentes de estos grupos puede que hablen del sufrimiento de los palestinos, pero en sus filas apenas hay palestinos. Lo que les distingue de sus rivales de “derechas” territorialistas es su comprensión de que el sionismo no será estable mucho tiempo si no se dejan a un lado las preocupaciones demográficas.

Desde 1987, la mayoría de los elementos sociales que han apoyado el sionismo territorial han procedido de la “derecha”, y los que apoyaban el sionismo demográfico eran etiquetados como “izquierda”. La fracción de “derechas” de la clase dominante y sus seguidores permanecieron leales a su credo sionista romántico de controlar todo “el territorio de Israel”. Mientras que la “izquierda”, más pragmática, era consciente de que el control oficial de los territorios ocupados se estaba convirtiendo en un factor desestabilizador, ya que la clase dominante sionista dependía de la consolidación de una mayoría judía para poner seguir en el poder.

Shalom Achshav es considerada en Israel como un movimiento “radical” de izquierdas. Comenzó como un movimiento de masas para protestar contra la primera guerra en Líbano. Pero sin las raíces adecuadas en la clase obrera terminó cristalizando en un movimiento pequeño-burgués, con una presencia significativa entre altos oficiales del ejército retirados que son militantes activos. En gran parte es financiada por la burguesía europea: una parte significativa de sus fondos llegan directamente de la UE y de algunos estados europeos como Finlandia, Noruega y Gran Bretaña. Otra fuente significativa de dinero es norteamericana. La composición social y sus “patrocinadores” pueden explicar por qué los dirimentes de este movimiento “radical” nunca han intentado hacer un llamamiento a la clase obrera judía y palestina para que unan sus fuerzas contra sus opresores comunes. También demuestra por qué a pesar de toda su retórica “radical” y su lloriqueo sobre la construcción de asentamientos y violación de los derechos humanos, nunca han levantado la voz contra el sionismo o han convocado huelgas contra la guerra. Recientemente, de modo grotesco, apelaron a George W. Bush para que presionara al gobierno de Olmert y detuviera la construcción de asentamientos en los territorios ocupados. Privado de cualquiera fuerza social, sólo les quedó apelar al líder del imperialismo global para que les ayudara. Aunque de boquilla apelan a los sentimientos contra la guerra, su principal obsesión son los asentamientos en los territorios ocupados a los que consideran la fuente de todos los males.

El Partido Laborista y el Meretz comparten la misma historia: muy elitistas en sus círculos dirigentes y apoyados sobre todo por la comunidad empresarial y otros elementos de clase media alta. Solían ser considerados en el pasado “partidos obreros”, pero defendiendo su idea de que con la desindustrialización del capitalismo israelí, con la desafiliación sindical del proletariado israelí y su dispersión en el sector servicios, entonces ya no era necesario mantener esa apariencia. Se llamaban a sí mismos “sionistas de izquierdas”, pero no pueden ser tal cosa, simplemente porque es un término contradictorio. Los dirigentes de estos partidos podrían ser descritos de una manera más acertada como sionistas pragmáticos. Son parte de la clase dominante que es consciente de que su situación no puede mantenerse inestable si Israel no puede mantener una mayoría judía.

Muchos idealistas de izquierdas, que verdaderamente quieren acabar con la ocupación pero que no ven otra solución que mantener separados a judíos y palestinos, se unieron a estos reaccionarios “pragmáticos”. Los idealistas creían equivocadamente que la ocupación es epitomizada por los asentamientos judíos. El racismo radical y la violencia de algunos de los colonos y el hecho de que la excusa utilizada para justificar la constante presencia militar sobre el pueblo palestino por el ejército israelí sea precisamente la protección de los asentamientos, todo esto ayudó a crear esa impresión. Estos grupos se obsesionaron con el desmantelamiento de los asentamientos y vieron el plan de retirada como un paso en esa dirección. Pero la ocupación no consiste sólo en asentamientos judíos, en tal caso, éstos sólo sirven para racionalizarla. La ocupación es controlar el territorio mediante la represión de sus habitantes. Consiste en la restricción de movimientos y en constantes violaciones de los derechos del pueblo ocupado: en la medida que los movimientos de los palestinos son controlados por Israel, que Israel controla el suministro de mercancías y el tránsito de trabajadores palestinos y, en la medida que los territorios ocupados siguen dependiendo económicamente de Israel, la expulsión de los colonos no detendrá la ocupación, sólo la hará más manejable.

La eliminación de los asentamientos y facilitar el control de los territorios sin tener que comprometer una mayoría judía, esto explica por qué Oppenheimer y otros sionistas de “izquierda” apoyaron a Sharon. Lo que ellos percibían como una ayuda al dominio de la mayoría judía bajo las fronteras del estado israelí era más importante que mantener la integridad territorial. En realidad, ayudando a estabilizar el gobierno de Sharon demostraron lo vacía que era su retórica sobre los derechos humanos y la justicia social. El menguante apoyo de los sionistas de “izquierda” entre las masas israelíes es la razón de por qué se volvieron más dependientes del ala de derechas para implantar su política, una vez que se dieron cuenta de que no había otra opción. Eso es exactamente lo que ocurrió a Ariel Sharon y por eso le apoyaron.

En cuanto a la “izquierda” sionista, ¿Qué ocurre con el Partido Comunista (PCI) no sionista? En una página web relacionada con el partido, Issam Makhoul, el secretario general del partido declaró formalmente el 16 de octubre de 2005 que el PC se oponía al plan: “estamos en contra del Plan de Evacuación-Anexión de Ariel Sharon” [i]. Criticó correctamente el plan, como un plan destinado a estabilizar la ocupación y que no acabaría con ella. Sin embargo, los parlamentarios del PC no votaron en contra de ella y finalmente decidieron abstenerse. Quizá la razón principal de esa inconsistencia sea que temían desatender al mismo voto que forma el núcleo duro de los partidos reaccionarios de la derecha religiosa y, sobre todo, debido a sus conexiones con la dirección de la burocracia de la OLP, que apoyaba el plan esperando así aumentar su control sobre Gaza.

El Kadima.

Después de la exitosa implantación del plan de retirada, Ariel Sharon disfrutó de una enorme popularidad, pero él y sus beneficiarios estaban aislados dentro de su partido derechista: el Likud. Decidió formar un nuevo partido, el Kadima (Adelante). Este partido estaba organizado totalmente alrededor de Sharon. El Kadima es algo muy similar al Partido de la Unidad de Vladimir Putin. Es el partido de un solo hombre con una toma de decisiones muy autoritaria que otorga todos los puestos lucrativos a sus más cercanos beneficiarios y compinches: cuanto más leales son, puestos más altos consiguen, independientemente de sus habilidades, popularidad e ideología. No es sorprendente que el Kadima pronto se convirtiera en el cubo de basura de los políticos israelíes: albergando a los más pingües, pelotas, corruptos y oportunistas de todos los políticos israelíes, tanto del Likud como del Partido Laborista. Cuando Ariel Sharon sufrió un ictus y cayó en coma, fue sustituido por su segundo al mando, Olmert, un político gris, privado de popularidad o habilidad, que consiguió su posición simplemente haciendo la pelota a Sharon y apoyándole mejor que el resto.

Este dudoso tropel disfrutó de una popularidad sin precedentes en las encuestas, que mostraban constantemente que este nuevo partido artificial ganaría de modo arrollador las siguientes elecciones. No es que las masas amaran a Sharon y tampoco es que olvidaran los muchos defectos de su séquito. Fue debido a que creían que él era el único que podría implantar el sionismo demográfico hasta su máxima expresión: separar también unilateralmente a Israel de las zonas densamente pobladas de Cisjordania. El apodo de Sharon era “el bulldozer” y estaba convencido de su imparable y exitosa retirada de Gaza, a pesar de la enérgica resistencia de grandes sectores de la opinión pública e incluso en su propio partido. La ilusión era que con este nuevo partido Sharon sería capaz de completar la “limpieza” de Israel de tantos árabes como fuera posible sin tener que comprometer demasiado territorio.

Incluso después de que Sharon entrara en coma, el Kadima ganó las elecciones bajo la dirección de Olmert, aunque lejos de una victoria arrolladora. En su campaña electoral Olmert, bajo presión pública y de los asesores, publicó su plataforma política. Básicamente era la implantación cruda del plan de retirada de Cisjordania: una retirada unilateral de los asentamientos judíos de Cisjordania construidos en esta zona muy poblada de palestinos. En cuanto a las regiones de Cisjordania están muy cerca de la línea verde o tienen una presencia más pequeña, el nuevo plan pretendía fortalecer demográficamente el control israelí alojando allí a los evacuados judíos. Después estos territorios oficiales serán anexionados. En una entrevista Olmert sugería que el muro de separación sería considerado la nueva frontera oficial de Israel y que más allá sería la Palestina “libre”. Esto es lo que Olmert denominaba el “plan de convergencia”.

Este plan permitió a Olmert ganar las elecciones, pero inmediatamente fue evidente su inviabilidad. El nuevo gobierno era inestable e inclinado a la derecha. Simplemente había demasiados asentamientos que evacuar. En el plan de retirada el gobierno evacuó aproximadamente a 8.000 personas. El Plan de Convergencia debía evacuar al menos a 90.000 personas. Es dudoso que el gobierno pudiera tener los recursos y la mano de obra necesaria para evacuar, compensar y recolocar a tantas personas y en tan poco tiempo. Los colonos no se irían fácilmente. Los asentamientos de Cisjordania son ideológicos y militantes. Segmentos importantes del ejército, incluidos las filas superiores, les apoyan. El apoyo público del que disfrutan es mucho mayor y el consenso sobre una retirada unilateral de Cisjordania es mucho más bajo que respecto a Gaza. Por último, Cisjordania no sólo está dividida entre regiones pobladas por judíos y otras por palestinos. Si Israel quisiera instaurar una Palestina libre, la nueva línea fronteriza tendría que tener muchos giros y curvas para evitar las muchas aldeas y ciudades árabes.

Después de haber comprendido eso, Olmert comenzó a retrasar la solución que le permitió ganar las elecciones. La principal excusa fue la guerra en Líbano, iniciada por el gobierno poco después de ganar las elecciones. Después de la guerra Olmert dijo que dadas las nuevas circunstancias, posponía de modo indefinido el plan de convergencia. Desde entonces, el primer ministro intenta ganar tiempo con interminables e inútiles “conversaciones de paz” con el presidente palestino Mahmud Abbas, interrumpidas durante prolongados intervalos. De vez en cuando el gobierno anuncia “grandes avances” en las conversaciones con los líderes palestinos, pero sin proporcionar pruebas específicas.

Además, el gobierno Olmert, antes la gran esperanza, no hace otra cosa excepto intentar sobrevivir de un escándalo a otro. Con conchas como un galápago, Olmert demuestra una increíble capacidad para liberarse de cualquier crisis: desde la asombrosa derrota en Líbano, a las numerosas crisis de la coalición y fragmentaciones dentro de su propio partido, por no hablar de los reiterados escándalos. Es el primer ministro menos popular de la historia de Israel pero se mantiene en el poder, imponiéndose contra la voluntad de la población, pero su capacidad de maniobrar, cooptar y proporcionar empleos lucrativos es lo que le permite mantener a sus aliados políticos.

Las secuelas de la retirada: perspectivas presentes y futuras.

En Gaza, el vacío lo ocupó inmediatamente Hamas. Esta organización luchaba contra la corrupta OLP que contaba con el apoyo israelí, eso les permitió controlar toda Gaza. Los palestinos al principio apoyaron a Hamas pero pronto comprendieron que a parte de imponer el dominio islámico esta organización no les proporcionaba nada. En su lugar, Hamas gastó la mayor parte de su tiempo disparando cohetes contra las ciudades y pueblos israelíes cercanos a Gaza. La principal promesa de la retirada fue proporcionar seguridad a los israelíes, pero ocurrió exactamente lo contrario: convirtió la Franja de Gaza en una región controlada por el odiado Hamas, que la utiliza como base para lanzar cohetes contra Israel y armarse a través de la frontera sur con Egipto. La principal promesa del sionismo demográfico demostró ser una falacia.

Con el gobierno de Olmert y la sombra continua del terrorismo, la sociedad israelí se durmió y deprimió. Sin embargo, estalló una larga huelga de profesores de la educación pública, la más larga de la historia del país. La gente regresó a sus vidas privadas y no quería saber nada de la política. ¿Quién les puede culpar? Saben que el sucesor de Olmert probablemente no lo haga mucho mejor, ninguno proporcionará una estrategia diferente. El sionismo demográfico siempre fue una alternativa en caso de que fracasara el sionismo territorial. Pero ahora, el fracaso de la retirada en poner fin al terrorismo y crear un sentimiento de seguridad, por no hablar de la paz, han demostrado que el sionismo demográfico no es una solución.

El 31 de julio de 2008, Olmert anunció finalmente su dimisión, pero ninguno de sus potenciales sucesores parece muy prometedor. Puede que Olmert dimita, pero su legado vivirá: no hacer nada, ganar tiempo, oprimir a los palestinos y quizá de vez en cuando alguna guerra. El sionismo no es una alternativa.

Después de la retirada, los colonos evacuados quedaron desorientados y rotos emocionalmente. El Estado y particularmente Ariel Sharon, durante años les hicieron creer que eran el eje central de la empresa sionista. Ahora, el mismo Estado, encabezado por su anterior benefactor es el que les amenaza, incluso les trata como criminales expulsándoles de sus lujosas casas y destruyendo sus rentables empresas subvencionadas por el gobierno. Han pasado tres años desde el plan y no se han recuperado de la crisis. El Estado les ha abandonado. La mayoría todavía vive en caravanas, con un gran porcentaje de paro entre los más viejos y drogas entre la juventud. Según una encuesta reciente, el 55 por ciento de los evacuados necesitan tratamiento mental, el 37 por ciento describían su situación económica como “terrible” o “muy terrible”.

Estas personas quedaron traumatizadas al ver la verdadera cara del sionismo: el sionismo no libera a los judíos, sólo les explota. Les intimida y engaña para proteger y servir a la elite dominante sionista. Trató a algunos judíos con gran dignidad, les hizo sentirse como reyes y después les degradó como a criminales tan pronto como cambiaron los intereses de la clase dominante. Conscientes de eso, pero sin una alternativa real, muchos de los evacuados se volvieron contra el Estado, negándose a entrar en el ejército e incluso a reconocer la bandera nacional, la misma bandera que ondeaba con orgullo chovinista antes de la implantación del plan. Algunos comenzaron a desarrollar fantasías insurreccionales, pero alejados de la población israelí, del ejército, capital y otras fuentes de poder, así la insurrección parece tener poco futuro.

Pero los que más sufren son los palestinos en Gaza. Privados de cualquier creatividad o solución, el gobierno oprimió ciegamente a las masas palestinas con bloqueos económicos y repetidos ataques militares dentro de Gaza. La vida de los palestinos es mucho peor y muchos han perdido sus empleos después del plan de retirada, muchos más padecen una vida imposible sin acceso a alimentos, electricidad o servicios médicos, restringidos por un gobierno inepto y caprichoso, cuya única función es la de practicar el terrorismo de estado.

El plan de retirada ha sido un absoluto desastre para todos los que viven bajo el dominio israelí. Lo único positivo es que demostró a muchos israelíes y palestinos “moderados” que el sionismo no es una solución, bajo ninguna de sus formas, escuelas o versiones. La respuesta inicial es la depresión colectiva, es comprensible. Pero de esa crisis puede surgir la comprensión de que no es la separación sino la colaboración entre los pueblos contra sus opresores comunes la única salida para conseguir una verdadera paz y estabilidad. La verdadera cara del sionismo se ha visto durante la administración Olmert. Olmert es el sionismo actual: el que ha utilizado todas sus soluciones y no ha hecho nada para legitimarse, excepto utilizar la violencia. Después de ver eso, ¿cuánto tiempo pasará hasta que las masas israelíes sean conscientes de que la solución a su sufrimiento está fuera del sionismo y no dentro de él?

[i] Issam Makhoul (2004). The ICP’s standing on Sharon’s Disengagement Plan, Ha’Gada Ha’Smalit (en hebreo).
“Compensación-Anexión” es una paráfrasis del nombre legal del plan: “Compensación-Evacuación”.

domingo, 21 de diciembre de 2008

DERECHOS HUMANOS Y POLÍTICA



La rebeldía contra siglos de injusticia ha dado como fruto unos derechos humanos que hoy pretendemos que tengan vigencia universal, es decir, que lleguen a todos y cada uno de los individuos como salvaguarda de su dignidad y credencial de su autonomía. El sufrimiento por la injusticia padecida y la conciencia ganada contra todo trato inhumano que deshumaniza a otro –también al que lo practica- han movilizado lo mejor de nuestra humanidad, hasta conseguir ponernos de acuerdo en que “no hay derecho” a que unos se comporten respecto a otros menguándoles su libertad o robándoles su pan. La igualdad ante la ley y la igualdad en el acceso a los recursos básicos para que la vida humana pueda transcurrir en condiciones de dignidad aparecieron como componentes irrenunciables de los contenidos de justicia que en toda declaración de derechos habían de ser recogidos. Desde esas bases se fue cartografiando el mapa de unos derechos humanos que poco a poco, y desde muy diversas fuentes, se han ido formulando jurídicamente, concretando por una parte lo que suponen de reconocimiento a la dignidad de cada uno y buscando traducción por otra en lo que debe ser plasmado como derechos fundamentales, incorporados a las constituciones políticas y a los sistemas legales que de ellas se derivan.

La milenaria historia de los derechos humanos, ganando celeridad en los últimos siglos, vino a dar hace sesenta años, el 10 de diciembre de 1948, a ese hito de la misma proporcionado por la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, un verdadero monumento de la humanidad construido en medio de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial y tras el horror de la barbarie nazi. Desde entonces, aun con las limitaciones inherentes a todo documento fraguado en unas coordenadas concretas, el listón ético de lo que los humanos nos debemos a nosotros mismos quedó puesto en un punto sin retorno, acompañado de un imperativo de la máxima exigencia en cuanto al respeto a los mismos. Tal cota normativa no baja de nivel por el hecho de que, desgraciadamente, los derechos humanos de muchas personas se vean menoscabados o negados en multitud de ocasiones –infinitamente, y no sólo por la cantidad de ocasiones en que los derechos son violados, sino porque sin medida es cualquier forma de daño a la dignidad humana-. Ese quebrantamiento de lo que se debe en justicia, por una parte obliga a decir que lo normativamente universal es de suyo “universalizable”, por lo menos hasta que se consiga que la vigencia alcance efectivamente a todo tiempo y lugar; y, por otra, nos obliga a la tarea política de lograr que los derechos humanos de cada cual sean respetados sin excepción.

El compromiso político que así brota presenta un componente moral inerradicable y sitúa la política en una órbita desde la cual ya no podrá legitimarse nunca más por la mera conquista y conservación del poder. Se trata en este caso de la política que sólo en la democracia puede encontrar su medio adecuado, por ser la democracia, tal como se configura en las democracias constitucionales, el sistema político en cuyo núcleo moral se sitúa la exigencia de respeto incondicional a la dignidad humana y en cuyo entramado de instituciones y procedimientos se hace operativo el reconocimiento de todos los ciudadanos como sujetos de derechos que han de ser protegidos (componente liberal de la democracia) y que han de ser ejercidos (componente republicano). El mismo juego de mayorías y minorías, consustancial a la vida democrática, pierde su sentido si no arraiga en la conciencia colectiva en torno a derechos inviolables y si no cuaja en prácticas institucionales que no pierden eso de vista.

Con las declaraciones posteriores sobre derechos de la mujer (1952) y sobre derechos del niño (1959), así como con los pactos internacionales sobre derechos civiles y políticos y sobre derechos económicos, sociales y culturales de 1966 –en ellos adquieren perfil preciso esas “generaciones de derechos” que luego han venido a completarse con los derechos medioambientales-, el horizonte de los derechos humanos ha ganado tanto concreción como capacidad de exigencia. Llegando a una época como la nuestra, descreída y sumida en sucesivas crisis, aparece tal horizonte como la tenue línea de un futuro de democracia cosmopolita y mundo habitable que aún puede trazar un pensamiento de intención utópica que resiste a ser cancelado. Bajo ese horizonte ninguna política que merezca tal nombre puede hacerse al margen de lo que significan los derechos humanos que postulamos como universales. Una política que no tenga los derechos humanos como referencia decisiva y criterio regulador se sitúa en esas antípodas donde ya hay que hablar de antipolítica -¡ay, Guantánamo!-. Mas también es cierto que siendo los derechos humanos universales una referencia para la política que no debe faltar, tales derechos, como subraya con acierto el pensador francés Marcel Gauchet, no configuran por sí mimos, con la sola referencia a ellos, una política, pues sin más no cabe derivar directamente de ellos medidas programáticas para la acción. Cuando esto no se tiene en cuenta, la política acaba atrapada por una “ideología de los derechos humanos” que puede acabar encubriendo precisamente lo que se opone al reconocimiento efectivo de éstos y, por consiguiente, al respeto a la inviolable dignidad de los individuos. También los derechos humanos, con su dimensión ético-utópica, requieren de mediaciones adecuadas.

Escrito por JOSÉ ANTONIO PÉREZ TAPIAS:
Coordinador Federal de Izquierda Socialista-PSOE.
Parlamentario por Granada.

domingo, 14 de diciembre de 2008

14D: VEINTE AÑOS DESPUÉS



14-D: 20 AÑOS DESPUES

Antón Saracibar*

Al terminar las campanadas de las 24 horas del 13 de diciembre de 1988, un joven que estaba viendo la televisión le dijo a su padre, ante el apagón televisivo que se acaba de producir: «Se ha averiado la televisión». Él le contestó que no y le explicó a continuación, de la mejor manera que supo, y no sin dificultades, que era el primer síntoma de que había comenzado la huelga general. Los dos, padre e hijo, estaban asistiendo por primera vez a una huelga general convocada legalmente por los sindicatos en un contexto democrático.

Efectivamente, había comenzado la huelga del 14-D de 1988, posiblemente la de mayor participación e impacto entre los trabajadores y la opinión pública de las llevadas a cabo por el movimiento obrero en España -además, sin ningún tipo de incidentes- a lo largo de toda su historia.

Si nos remontamos al siglo XIX, son dignas de mención las movilizaciones obreras en respuesta a los llamamientos tanto de la I y II Internacional como de las centrales sindicales, en contra de la explotación de los trabajadores y en defensa de sus reivindicaciones relativas, principalmente, al derecho de sindicación y de negociación colectiva y, por supuesto, a los salarios y a la jornada de trabajo, sobre todo en torno al Primero de Mayo. De la misma manera son de destacar, a comienzos del siglo XX, las movilizaciones obreras en torno a la guerra de Marruecos y a la carestía de la vida y al aumento del precio del pan, como consecuencia de la I Guerra Mundial.

Más tarde se produjo la huelga general de 1917 -una fecha también emblemática del movimiento obrero-, convocada contra el poder despótico del Gobierno y a favor de un cambio de régimen. En la II República, la historia del movimiento obrero se hizo eco sobre todo de la huelga general de 1934 -con amplia repercusión en Asturias-, ante el avance del fascismo internacional.

Ya en plena dictadura franquista, fueron destacables la huelga general del País Vasco en mayo de 1947, y las repetidas movilizaciones llevadas a cabo a lo largo de las décadas de los 60 y de los 70 reivindicando, además de las demandas laborales, la recuperación de la libertad, la democracia, y la disolución del sindicato franquista. Movilizaciones que fueron fuertemente reprimidas -significando la cárcel y el destierro para muchos militantes obreros-, produciendo incluso víctimas mortales entre los trabajadores en El Ferrol, Granada y Vitoria en la etapa final de la dictadura. En cuanto a las movilizaciones obreras que se llevaron a cabo al comienzo de la Transición, es de reseñar la huelga general convocada por la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS ), en noviembre de 1976, secundada por más de dos millones de trabajadores en toda España.

También, después del 14-D, se celebraron importantes huelgas generales ante las reformas laborales impuestas: la del 28 de mayo de 1992; la del 27 de enero de 1994; y, finalmente, la huelga general del 20 de junio de 2002 -en este caso, en contra del Gobierno del Partido Popular-, que fueron seguidas mayoritariamente por los trabajadores.

Esta breve reseña histórica demuestra la fuerte capacidad de movilización del movimiento obrero, destacando en esas convocatorias hechos verdaderamente relevantes, como lo fue la huelga que estamos comentando. Efectivamente, la huelga del 14-D fue tan importante como singular; no estamos hablando por lo tanto de una huelga más de las convocadas por el movimiento obrero en nuestro país. Desde luego fue distinta; tuvo algo de especial, destacando sobre todo la unanimidad con que la ciudadanía secundó las reivindicaciones de los sindicatos, lo que conmocionó al Gobierno y creó estupor y sorpresa en la opinión pública europea. Se trataba, además, de la primera huelga general en democracia después de la dictadura franquista, y de la primera huelga general convocada por los sindicatos con el PSOE en el poder.

El paro fue secundado masivamente por los trabajadores en los centros de trabajo; el comercio y los servicios cerraron en su gran mayoría; el transporte también secundó la huelga, e incluso el paro se secundó en los medios de comunicación audiovisuales y escritos.

La gran mayoría de la ciudadanía secundó la huelga como no se recordaba en España, a pesar de las sucesivas campañas del Gobierno para evitarla, tratando para ello de desprestigiar a los sindicatos, descalificando sus reivindicaciones, estableciendo servicios mínimos abusivos y desestabilizando en concreto a UGT a pesar de que los 11 miembros de su comisión ejecutiva eran afiliados del PSOE.

Los sindicatos asumieron un gran protagonismo social en esta etapa -ante la ausencia de una verdadera oposición política- y demandaron una serie de medidas en relación con los trabajadores más desfavorecidos, oponiéndose particularmente al Plan de Empleo Juvenil como banderín de enganche de la huelga, además de exigir el derecho de los funcionarios a la negociación colectiva, la mejora de la prestación por desempleo y el aumento de las pensiones. Sin embargo, además de estas reivindicaciones, existían problemas más profundos que justificaban una movilización de estas características contra un Gobierno socialista, como podemos observar a continuación.

Debemos dar por hecho que el único objetivo de la política sindical seguida por UGT y CCOO en la década de los 80 seguía siendo la defensa de los intereses de los trabajadores, que es lo único que justifica su propia existencia. Algunas de las referencias que se tuvieron en cuenta para llevar a cabo esa política son conocidas: la centralidad del trabajo en una sociedad democrática, el movimiento sindical europeo, las ideas socialdemócratas que se intentaban aplicar con el mayor rigor posible, además de la memoria histórica que seguía siendo una referencia constante para UGT.

Precisamente, en la defensa de los trabajadores, los sindicatos se sintieron incomprendidos al no ser correspondido por el Gobierno el esfuerzo de corresponsabilidad realizado por los trabajadores y los sindicatos, en un contexto económico particularmente difícil. Se equivocaban, pues, quienes manifestaron que la única razón de la huelga se debía a razones de enemistad personal entre Nicolás Redondo y Felipe González o a las ansias de poder de UGT dentro de la llamada familia socialista.

Debemos recordar que UGT aceptó en los primeros años de la década de los 80, con lealtad, un duro ajuste industrial y de salarios justificado por la crítica situación de la economía española, esperando recuperar más tarde una parte de los beneficios que se generarían por un mayor crecimiento de la economía.

Sin embargo, eso no ocurrió y además se comprobó que en el Gobierno predominaba un enfoque neoliberal que mantenía una permanente demanda de contención salarial y planteaba duras propuestas que chocaban con las reivindicaciones sindicales. La reforma de la Seguridad Social (en el año 1985) y el referéndum de la OTAN (en 1986) son dos motivos de grave confrontación que antecedieron a la huelga.

Además de las medidas impopulares, lo que preocupaba a los responsables de los sindicatos era el tono con el que éstos eran tratados en las altas esferas del Gobierno, dando una imagen de ellos como organizaciones opuestas al progreso social, como grupos de presión en defensa de intereses corporativos a los que había que limitar su capacidad de acción. Se postuló, en definitiva, una política calificada de socialdemócrata sin sindicatos… Como si eso fuera posible.

Todo ello unido a un discurso sobre el fin de la clase trabajadora en un mundo postindustrial, defendiendo que las clases medias profesionales abandonaran la alianza con la clase obrera. Esta pasó de ser vanguardia de la transformación social a un grupo en declive, retardatario, y conservador al que había que frenar en su creciente influencia en la sociedad. Fundamentalmente, esto justificó que el conjunto del movimiento sindical encabezara la contestación obrera donde se reivindicó principalmente el reparto de una parte de los beneficios que se estaban generando por un mayor crecimiento de la economía: exigencia del «giro social», como compensación de la «deuda social» contraída con los trabajadores desde años atrás.

La consecuencia más negativa de todo ello fue el enfrentamiento con el Gobierno socialista de Felipe González, y con su política económica en concreto, en coherencia con la defensa que hicieron los sindicatos de una política de solidaridad y, por lo tanto, de los trabajadores más débiles: jóvenes sin empleo, pensionistas, trabajadores con un contrato precario, dependientes del SMI o con salarios bajos y desempleados sin prestación por desempleo.

La parte positiva del enfrentamiento fue que los sindicatos se hicieron mayores de edad; rearmaron a sus cuadros en la defensa de sus siglas; reafirmaron su autonomía; y consiguieron con su actuación fortalecer, más si cabe, el carácter constitucional de los sindicatos en defensa de los trabajadores en una sociedad democrática. Los sindicatos hicieron músculo, fundamentalmente con sus afiliados en los centros de trabajo, y ello les hizo más fuertes y seguros de sí mismos, demostrando que la lógica política no tiene nada que ver con la lógica sindical y que el papel de los sindicatos y de los partidos políticos es distinto en un sistema democrático, sobre todo cuando los partidos son interclasistas, como ocurre en la actualidad.

Además de todo ello, y a pesar de las críticas que se hicieron a los sindicatos de no saber gestionar el éxito de la huelga -por no saber «negociar de manera realista»-, las reivindicaciones obtenidas, eso sí, un año después del 14-D, se pueden considerar muy positivas, siendo valoradas por encima de los 250.000 millones de las antiguas pesetas como pago de la deuda social contraída. Además, los sindicatos consiguieron retirar el Plan de Empleo Juvenil, y que se aprobaran la Ley de pensiones no contributivas, el derecho a la negociación en el ámbito de la función pública y la cláusula de garantía de la retribución de los funcionarios, la cláusula de garantía para los pensionistas, el incremento de la ayuda familiar para las rentas más bajas, y el salario social a través de las comunidades autónomas, entre otras medidas.

Sin embargo, todo hay que decirlo, los sindicatos no consiguieron cambiar ni la política económica del Gobierno ni la extensión de los contratos temporales hasta límites insospechados en el resto de los países europeos. Tampoco significó la debacle electoral del PSOE, aunque los sindicatos volvieron a demostrar con la huelga su capacidad para deslegitimar la política del Ejecutivo socialista entre los trabajadores.

Desde entonces han pasado 20 años y la situación ha mejorado mucho en España. Destacan los avances relacionados con las libertades, la consolidación de la democracia, el crecimiento económico, la plena integración en la UE, el control de la inflación, el avance en políticas sociales, y, por supuesto, en políticas de igualdad. Pero, sobre todo, cabe destacar en estos años el protagonismo de los sindicatos a través del diálogo social y de la negociación colectiva, reafirmando con ello el pleno reconocimiento de la representatividad de los sindicatos en la defensa de los trabajadores, que hoy nadie discute.

Sin embargo, y a pesar de los avances que se han producido, los sindicatos siguen teniendo en la actualidad nuevos retos y nuevos compromisos con los más desfavorecidos. A mi entender, estos son los más significativos:

- La globalización de la economía y de las comunicaciones, en un contexto de crisis financiera y recesión.

- El aumento de las desigualdades y de la pobreza en el mundo.

- El dumping social y la deslocalización de empresas.

- La presencia del capitalismo financiero en las empresas.

- El cambio climático.

- El fenómeno de las migraciones.

- El déficit en protección social, por debajo en nuestro caso de la media europea.

- El desarme fiscal.

- La pérdida de los salarios en la renta nacional.

- El desempleo y la precariedad alarmante de nuestro mercado de trabajo.

- El preocupante número de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.

- Y, finalmente, el estado de nuestros servicios públicos -sobre todo los relativos a la enseñanza y la sanidad- y las políticas encaminadas a su privatización en algunas comunidades autónomas.

Estos son algunos de los retos que tenemos que recordar al cumplirse el 20º aniversario de una fecha memorable para los trabajadores como el 14-D, que, según pasan los años, es mejor comprendida por muchos de sus antiguos detractores al considerar ahora normal que los sindicatos utilicen un recurso como el derecho de huelga, que reafirma su autonomía y sus competencias constitucionales en la defensa de los intereses de los trabajadores, incluso en contra, si es necesario, de un Gobierno con la etiqueta de progresista… y desde luego de los empresarios.

Eso es lo que viene sucediendo desde hace ya muchos años en la UE y esa es la normalidad que queremos que se consolide, también en nuestro país, a partir de la experiencia que estamos viviendo en la actualidad y de la madurez adquirida aquel14-D.

*Antón Saracíbar es ex dirigente de UGT y miembro del Patronato de la Fundación Francisco Largo Caballero.

martes, 9 de diciembre de 2008

¡VIVA LA JUVENTUD Y LOS ASALARIADOS GRIEGOS!


Frente a la explotación por los capitalistas, banqueros, accionistas instigadores de la "crisis", ¡la primera explosión social europea ha tenido lugar en Grecia! ¡Los manifestantes dicen por primera vez en un país de Europa, que quieren el dinero para la educación no para los banqueros....Somos solidarios!

Se han sublevado contra la derecha y contra una patronal que han llevado al país a una penuria y con arrogancia la policía ha asesinado a un estudiante de 15 años [como en la dictadura franquista dicen que diapararon al aire] Frente a la demacracia se ha producido un giro policial
Deade la entrada de Grecia en la UE y con la llegada de los conservadores de Karammalis se produjo un reajuste neoliberal. Pero como en Mayo del 68, como al final de la dictadura franquista el movimiento estudiantil ha lanzado el aldabonazo. La rebelión juvenil suele ser la antesala de la rebelión social. Ya en España, durante el gobierno de Aznar fue el movimiento estudiantil el que hizo de caja de resonacia contra la guerra de Irak, luego vino todo el movimiento anti-guerra.

El mismo malestar que en Grecia existe en media Europa, donde la UE intentan "refundar" el capitalismo. Pero mientras tanto las cifras del paro continúan subiendo. En España, ya pasan de los 3 millones y se espera que lleguen a los cuatro millones. Los Bancos cierran las compuertas de salida, pero mantiene abiertas las de entrada del dinero. No se invierten y aparecen los ERES como excusa para despedir.

Pero el movimiento estudiantil comienza de nuevo a aparecer con el movimiento Anti-Bolonia. Un movimiento que abre las puertas a una nueva polarización de la lucha de clases.
Hoy la lucha de los estudiantes griegos es la misma lucha que los estudiantes del Estado español. Pero sólo la entrada de las masas en acción puede suponer un cambio cualitativo. Es necesario un cambio cualitativo que suponga el avance de las posturas de izquierda en los sindicatos de clase.
Es la hora de pasar a la ofensiva. Es la hora de un VERDADERO SINDICALISMO DE CLASE Y COMBATIVO.
VIVA LA LUCHA DE LOS ESTUDIANTES Y ASALARIADOS GRIEGOS!

Javier Méndez-Vigo

martes, 2 de diciembre de 2008

¿GIRO A LA IZQUIERDA?


El fin de semana pasado la compañera Martini Aubry (la responsable de las 35 horas) fue elegida Secretaria General del PSF.Además de las 35 horas Aubry, en su etapa ministerial, fue capaz de crear un seguro médico universal y supo generar 500.000 empleos públicos para jóvenes. Luego vino la derecha y la crisis...
¿Una SG para tiempos de crisis? La realidad es que Aubry apuesta por un "socialismo de reconquista", por una "Alianza de Civilizaciones" y por "un nuevo internacionalismo".
Esta semana ha tenido su primera reunión junto a Zapatero y demás dirigintes del PSE en Madrid. En dicha reunión se pretende dar un "giro social". Tengamos en cuenta que el vocabulario cambia, pues no se habla de giro a la izquierda, sino de giro social. No se habla de buscar alternativas al capitalismo, sino de "refundar el capitalismo". Los reformistas y eurocomunistas de la década de los ochenta hablaban de "capitalismo de rostro humano". Mientras tanto han pasado por Europa las "terceras vías" [social- liberalismo] y el neoliberalismo. Políticas que han "barrido" las conquistas sociales del movimiento obrero (escala móvil de salarios, seguridad social, etc.). Y ahora se habla de giro social, cuando se ha precarizado el empleo, cuando existen los trabajos precarios, y cuando se generalizan los trabajadores pobres.
Vuelven las viejas recetas. Se defiende el socialismo para los ricos y se tergiversa la nacionalización. Lo único que se hace es nacionalizar las pérdidas. Pogamos un ejemplo: ¿qué le pasaría a un obrero que se apropiara de algunos miles de euros de la empresa? Sin embargo a los ejecutivos que durante veinte años han hecho "negocio" especulando con las "hipotecas basuras" y que tenían sueldos multimillonarios no sólo no se les mete en la carcel sino que se les da una jubilación a cuerpo de rey....
En la reunión del PSE se nos habla de que hay que introducir "salarios mínimos decentes". Uno se pregunta ¿dónde reside la decencia?. No se puede hablar de ética mientras exista la [in]justicia de la explotación. El reformismo se olvida de que lo "justo" para el sistema económico es buscar simplemente el beneficio (la plusvalía), y para conseguirla es necesario la existencia de la fuerza de trabajo.
Toda la política del PSE se basa en una vuelta a la política keynesiana. Pero hasta en esto se está cometiendo un error, ya que no se dan las mismas condiciones. El keynesianismo apareció después de la crisis del 29 y se impuso en Europa en la postguerra. ¿Cuál era el contexto socio-histórico? Una Europa dividida en bloques. Un bloque basado en la planificación "centralizada". Ante esto la burguesía llegó a un pacto social
Hoy estas condiciones han desaparecido. En primer lugar ya no hay enemigo social. Lo que existe es una "internacionalización" completamente salvaje en la que se entrelaza lo ilegal con lo legal. Donde está completamente entrelazado el mundo y por consiguiente la economía tiene sus lados oscuros.
¿Existen alternativas?
Desde el punto de vista de los marxistas por supuesto que existen alternativas.LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA SOCIEDAD CON OTRO SISTEMA ECONÓMICO. LA LUCHA POR EL SOCIALISMO.
Y mientras tanto
Mientras tanto: a)Renta Básica para todos. Una Renta Básica fuerte que sobrepase el Umbral de la pobreza
b) Una reducción masiva del tiempo de trabajo hasta llegar a las 32 horas sin reducción del salario
c)La retirada inmediata de la directiva de las 60 horas
d) Nacionalización de las empresas en crisi bajo control democrático
e) Nacionalización de la banca bajo control obrero con apertura de los libros de cuentas
f) No a la precariedad laboral
g) Por la defensa de los Servicios Públicos: por una sanidad y educación dignas
h)Un emigrante es un ciudadano.A IGUAL TRABAJO IGUAL DERECHO. El emigrante no es un delincuente. Acabar con las mafias que se benefian de la trata de seres humanos
Frente al Capital y su sitema ¡ALTERNATIVA SOCIALISTA!

Javier Méndez-Vigo