domingo, 18 de enero de 2009

LA SEGUNDA MUERTE DEL JUDAISMO


Eric Hazan

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Los millones de judíos que fueron exterminados por los nazis en las llanuras de Polonia tenían rasgos comunes que permitían hablar de un judaísmo europeo. No era tanto el sentimiento de pertenencia a un pueblo mítico, ni la religión pues muchos de ellos se habían despegado de ella: eran elementos de cultura común. Ésta no se reducía a recetas de cocina, ni a historias que transmitían el famoso humor judío, ni a una lengua, pues todos no hablaban el yiddish. Era algo más profundo, común bajo formas diversas a los obreros de las fábricas textiles de Lodz y a los pulidores de diamantes de Anvers, a los talmudistas de Vilna, a los mercaderes de verduras de Odessa y hasta a ciertas familias de banqueros como la de Aby Warburg. Esas gentes no eran mejores que otras, pero no habían ejercido jamás soberanía estatal y sus condiciones de existencia no les ofrecían como salida más que el dinero y el estudio.

Despreciaban, en cualquier caso, la fuerza brutal, cuyos efectos habían tenido a menudo ocasión de sentir. Muchos de ellos se pusieron del lado de los oprimidos y participaron en los movimientos de resistencia y de emancipación de la primera mitad del siglo pasado: esa cultura fue la que proporcionó el terreno en que creció el movimiento obrero judío, desde el Bund polaco, punta de lanza de las revoluciones de 1905 y de 1917 en el imperio zarista, hasta los sindicatos parisinos de los peleteros y sombrereros, cuyas banderas portaban divisas en yiddish y que dieron, en la MOI [organización de la resistencia francesa contra el nazismo] muchos combatientes contra el ocupante. Y fue en este terreno en el que crecieron las figuras emblemáticas del judaismo europeo, Rosa Luxemburgo, Franz Kafka, Hannah Arendt, Albert Einstein. Tras la guerra, muchos de los supervivientes y sus hijos apoyarían las luchas de emancipación en el mundo, a los negros americanos, el CNA de Sudáfrica, a los argelinos en su guerra de liberación.

Toda esas personas murieron y no se les resucitará. Pero lo que está ocurriendo en estos momentos en Gaza les mata una segunda vez. Se dirá que no merece la pena ponerse nervioso, que hay tantos precedentes, desde Deir Yassin a Sabra y Chatila. Pienso al contrario que la entrada del Ejército israelí en el ghetto de Gaza marca un momento fatal. En primer lugar por el grado de brutalidad, el número de niños muertos abrasados o aplastados bajo los escombros de su casa: se ha franqueado un límite que debe llevar, que llevará un día, al primer ministro israelí, al ministro de Defensa y al jefe del Estado Mayor al banquillo de los acusados de la Corte Internacional de Justicia.

Pero este momento no es solo el del horror y de la masacre en masa de los palestinos. Hay dos puntos que hacen de los acontecimientos actuales lo más grave que ha ocurrido a los judíos desde Auschwitz. El primero, es el cinismo, la forma abierta de tratar a los palestinos como seres infrahumanos, las octavillas lanzadas desde los aviones anunciando que los bombardeos van a ser aún más mortíferos, cuando la población de Gaza no puede huir, cuando todas las salidas están cerradas, cuando ya no queda sino esperar la muerte en la oscuridad. Este tipo de cinismo recuerda de forma heladora el tratamiento reservado a los judíos en Europa del Este durante la guerra, y sobre este punto espero sin temor los gritos de las “bellas almas” a sueldo [del sionismo].
La otra novedad, es el silencio de la mayoría de los judíos. En Israel, a pesar del coraje de un puñado de irreductibles, las manifestaciones de masas son llevadas a cabo por palestinos. En Francia, en las manifestaciones del 3 y del 10 de enero, el proletariado de los barrios populares estaba allí, pero gritos de cólera de intelectuales judíos, de sindicalistas, de políticos judíos, no he oído muchos.

En lugar de contentarse con las tonterías del gobierno y del CRIF (Consejo Representativo de las Instituciones Judías en Francia) ("no importar el conflicto"), es hora de que los judíos vengan en masa a manifestarse con los "árabe-musulmanes" contra lo inaceptable. Si no, sus hijos les preguntarán un día "qué hacían en aquellos tiempos", y no me gustaría estar en su lugar cuando tengan que responderles.


Eric Hazan es médico, escritor, traductor (entre otras, de las obras de Edward Said) y editor. Fue fundador de la Asociación Médica Franco-Palestina y ejerció como cirujano en el Líbano a mediados de los años 70.



Publicado el jueves 15/1/ 2009 en
http://www.protection-palestine.org/spip.php?article6846

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR.

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