sábado, 26 de julio de 2008

CRISIS

La crisis económica se agrava, o la desaceleración se profundiza, que diría el gobierno. Los datos negativos se acumulan en avalancha, lo que deja poco lugar para la duda de que nos adentramos en un período de intensa degradación de la economía que, por lo mismo, no podrá ser breve, como se creía. La caída de la producción, la caída del consumo, el aumento del paro, el estallido de lo que finalmente ha sido una burbuja inmobiliaria, el alza de la inflación la subida de los tipos de interés, el déficit exterior incontenible, el superávit del sector publico a las primeras reabsorbido, las restricciones de crédito, la morosidad creciente de la banca, el precio del petróleo en record, las crisis energética y alimentaría sobrevolando el mundo ....., todo contribuye a pintar un cuadro oscuro, con componentes sociales de ruido, furia y desesperación que lo convierten en sombrío, donde no existe ningún punto iluminado para hacerse la ilusión de que el túnel tiene final. En la economía española confluyen tres circunstancias o elementos de crisis, cualquiera de los cuales, aisladamente, podría ocasionar una grave situación pero que combinados dan como resultado un diagnóstico y un pronóstico inquietantes en grado sumo.
La crisis financiera. Está en primer lugar la inestabilidad financiera internacional, desatada desde el verano pasado por lo que se conoce como la crisis de las hipotecas “suprime”, hipotecas de alto riesgo de impago. Se inició en Estados Unidos, pero ha contaminado a todo el sistema financiero mundial y ha provocado ya una reducción de las expectativas de crecimiento, sin que se descarten acontecimientos y perturbaciones mucho más peligrosas. No se tiene un conocimiento y una valoración precisos, por los enigmas que encierra el manto financiero que envuelve la economía mundial y los intereses en juego (nadie reconoce su delicada situación financiera para evitar precipitar la bancarrota). La burbuja inmobiliaria, pero al margen de la crisis internacional, el capitalismo español ha gestado su propia crisis, puesta fundamentalmente de manifiesto por el hundimiento de la actividad en el sector de la construcción y la crisis inmobiliaria. Los muchos excesos que se han cometido en el pasado, en todos los sentidos, tenían que dar inexorablemente paso a una ruptura abrupta del ciclo y revelar la falta de solidez de la situación tan insensatamente proclamada por el gobierno. Las viviendas deshabitadas se cuentan por millones, las invendidas por cientos de miles y siguen acumulándose mientras concluyen las ya iniciadas, en tanto que la demanda ha caído en picado por los precios –una verdadera extorsión-, las restricciones de crédito y el alza de los tipos de interés, Se ha generado un desajuste muy grande entre la oferta y la demanda de un bien no perecedero que tardará tiempo en desaparecer y marcara la coyuntura de los próximos tiempos. La caída del sector de la construcción está arrastrando a otras muchas actividades económicas, lo que ha llevado a concluir, por fin, que el modelo de crecimiento anterior se ha agotado. Se propone con ingenuidad cambiarlo para salir de al crisis, sin tener en cuenta que ello es algo que no puede decidirse burocráticamente y hacerse de la noche a la mañana, sino algo muy complejo que, de intentarse en serio, llevaría mucho tiempo, muchos recursos y más coherencia y planificación de las que el sistema puede proporcionar. La crisis del sector exterior. Junto a estos problemas, que sin perjuicio de su gravedad podrían considerarse coyunturales, la economía española está atrapada en una crisis estructural derivada de su inserción, no digerida, en el mercado y la moneda únicos.

José María Domínguez

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