domingo, 6 de enero de 2008

CRISIS CAPITALISTA: ¡UN GIRO A LA IZQUIERDA!

Las escalofriantes cifras del paro mundial, que asciende a cerca de 900 millones de trabajadores en todo el mundo, nos tienen que hacer reflexionar debido a la situación a la que se enfrenta la humanidad, ante la crisis económica a escala planetaria que está iniciándose.


La cuestión es sumamente grave porque no se trata de un paro cíclico temporal como nos podrían decir los economistas que defienden los intereses de la burguesía y su sistema capitalista, sino que nos encontramos ante un cáncer crónico que corroe las entrañas de esta sociedad llamada de “libre mercado”.
Atrapados entre la sífilis de la inflación y el cáncer del paro forzoso, tanto la clase trabajadora como otros sectores de la sociedad, como los autónomos y las pequeñas empresas que se creían a salvo hace sólo unos cuantos meses, ven la situación económica como una terrible epidemia que les roba el futuro y el bienestar.
En estos momentos, mucha gente ha cambiado radicalmente de perspectiva y mira al futuro con una preocupación creciente, cuando hace menos de un año, las encuestas daban una confianza alta en la marcha de la economía, lo que indica que, a pesar de los grandes avances que ha experimentado la ciencia y la tecnología, el sistema económico se encuentra a merced de esa famosa “mano invisible” que decía David Ricardo que nadie puede controlar.
En la actualidad, la confianza, la certidumbre y los deseos de vivir cada vez mejor, se han convertido en su contrario, en desazón y miedo a lo que pueda ocurrir en los próximos años; y no solamente a las clases menos favorecidas afecta ese cambio en la psicología social, sino también a la clase dominante y sus estrategas, que no tienen ningún paradigma para salir del atolladero, como antes tenían teorías económicas a aplicar, basándose, bien en la teoría Keynesiana o la de Milton Friedman.


Estamos en los inicios de una crisis que es global, afectando al plano ideológico de los partidos políticos clásicos que tenían confianza en el sistema capitalista, como incluso en las iglesias, con radicalizaciones y polarizaciones virulentas, como por ejemplo, entre la Iglesia Vaticana y el Estado Español en los últimos meses, sacando al “ejército de las sonatas a la calle”, y pregonando políticas antidemocráticas desde los púlpitos y las cadenas que expresan el “federikismo” más rancio y radical del “tardofranquismo”, azuzados por la extrema derecha del PP, lo que afecta igualmente a la ética y la moral, a la ciencia y otros campos del conocimiento y la investigación.


La ralentización de la economía es un hecho incuestionable, tanto para los estrategas de la derecha, como para los de “izquierda”; en realidad podemos afirmar, una vez más, que los dos frenos fundamentales que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas y un reparto justo de las riquezas que se genera son la propiedad privada de los medios de producción y las fronteras nacionales, incluso en este mundo cada vez más globalizado, pues ha sobrevenido de nuevo la crisis de “sobreproducción” clásica del capitalismo; El capitalismo es un sistema inestable por naturaleza, que funciona con períodos de auges y crisis constantes. En el período de crecimiento, como el que acabamos de pasar, los trabajadores sólo reciben migajas, y a veces ni eso, pues durante este auge, los salarios han quedado congelados a nivel de 1997. La crisis se produce antes o después porque los capitalistas, para aumentar sus beneficios, recurren a todas las medidas a su alcance. Pero los trabajadores, que no son solamente los que producen los bienes, sino que son, junto con otros sectores de población, el grueso de los consumidores, no pueden comprar todo lo que ofrece el mercado, porque parte de sus salarios son retenidos en concepto de plusvalías por la clase burguesa dominante.


Si el valor de lo que ha producido cada obrero no revierte a éste íntegramente, es imposible que todos los trabajadores puedan consumir todo lo que se ha producido y que aparece en el mercado con su valor medio incluido las plusvalías. Esto puede tardar más o menos tiempo en salir a la superficie, gracias a artilugios como el crédito y otros mecanismos que utiliza el sistema, como la creación de “dinero fiduciario”, por ejemplo, pero, tarde o temprano lo hace y provoca una lucha entre los capitalistas individuales por los mercados que empiezan a contraerse ya que hay demasiada producción para el “mercado” que existe realmente, pues en el fondo, mercado significa capacidad de compra de los ciudadanos; a esto se le llama crisis de sobreproducción que antes mencionamos.


Uno de los frenos antes mencionado, el de las fronteras nacionales, las fuerzas del capital han experimentado un intento de superarlo y en parte parecía que lo estaban consiguiendo parcialmente salvando esa contradicción a base de expandir el comercio mundial derribando fronteras, bien con la fuerza del dólar, bien con la fuerza de las armas, que en el fondo vienen a ser los dos modelos clásicos de ejercer el sometimiento de las naciones dirigidos por el Imperialismo Estadounidense, amparados con la amenaza de su complejo militar industrial de las multinacionales de la muerte; pero, decimos parcialmente, porque en la medida que estalle la guerra comercial, inevitable entre los núcleos de las economías más potentes, como son China, EEUU y Europa, esa parcial unidad de mercado, saltará por los aires.


El sistema capitalista consiguió en el período de posguerra, superar parcialmente la crisis del sistema por medio de la creación de un mercado mundial unificado lo que permitió el desarrollo de la economía en el período de 1948 a 1973, donde se sufrió la primera gran crisis de la post-guerra, pero los nacionalismos, que son la expresión de los intereses de cada burguesía nacional, siempre han estado encontrados unos con otros y bajo el capitalismo, esa contradicción irá en aumento cuando los mercados comiencen a cerrarse cada vez más.


Ese enorme auge del sistema introdujo unas ciertas mejoras en los niveles de vida de los trabajadores de los países más desarrollados, iniciando la construcción del llamado “Estado de Bienestar” que ya ha empezado a colapsar; e incluso produjo una desorientación en los intelectuales y defensores de la clase trabajadora, sobre todo, las direcciones del movimiento obrero, que sucumbieron a las presiones e ideas del poder, al asumir éstos, la teoría liberal defendida por la clase dominante, de que se habían terminado las crisis cíclicas del capitalismo y que por tanto, la lucha de clases ya no tenía razón de ser.


Esas tesis reformistas, tanto defendidas por la socialdemocracia como por los eurocomunistas se han demostrado ser totalmente erróneas, pues una vez más queda probado que no han cambiado el carácter del capitalismo ni han eliminado sus contradicciones internas, ni se han superado las luchas entre las clases que mantienen los capitalistas contra los trabajadores y viceversa; además, tampoco la clase trabajadora ha salido beneficiada de este boom de los últimos años, que ha servido para aumentar la concentración de capital manteniendo estancado los niveles salariales.


De nuevo nos enfrentamos a una crisis económica, que podría arrastrar al sistema a una recesión larga o incluso a una profunda depresión, al estallar la crisis de las hipotecas y abocar al sistema a un frenazo generalizado del desarrollo de las fuerzas productivas.


Al producirse la crisis y caer la tasa de ganancias los dueños de los capitales no están interesados en invertir en la actividad productiva, solo están a la caza y captura de nichos económicos donde puedan amasar fortunas con el menor riesgo y en el menor corto plazo posible, pero que con la crisis, están cada vez más difíciles y escasos, actuando en esta economía de casino a través del sistema de Capital Golondrina, que llega, se alimenta de los insectos y desaparece volando.


Este método de funcionamiento del sistema, en el que el capital financiero domina totalmente al capital industrial, lo frena o lo estrangula, es una tendencia creciente que lejos de representar una situación de madurez y avance de una economía progresista, se convierte en su contrario, siendo totalmente destructiva y paralizante de las fuerzas productivas, colapsando la economía, aumentando el ciclo infernal de cierra de empresas con el consiguiente aumento del paro forzoso, espoleando a su vez la conflictividad social del mundo del trabajo.


Las economías que pierden su base industrial, o que no han llegado a desarrollarlas todavía, pierden a su vez su centro vital; Si centran todo su potencial como ha venido ocurriendo recientemente en el Estado Español, en el sector servicios y en un boom inmobiliario especulativo y cleptómano, llegada la crisis, no existe ninguna fuerza motriz para mantener la actividad. Por mucho que ahora supliquen los dirigentes sindicales, por mucha palabrería que en estos momentos nos quieran vender los estrategas de la burguesía, los defensores del libre mercado, es muy probable que la crisis mundial afecte de una u otra forma a la economía en el Estado Español, y quizás con mayor virulencia que algunos esperan, y no como nos quieren hacer creer que estamos a salvo de la crisis que se nos viene encima, porque como dice el refrán, “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o la diga su porquero”, y como decía Largo Caballero, “a los trabajadores hay que decirles la verdad, aunque les duela.”


Con el estallido de la crisis hipotecaria en EEUU en agosto pasado, la crisis del sistema se ha desatado y los inversores capitalistas, en lugar de crear puestos de trabajo y aumentar la riqueza de la sociedad, los grandes núcleos de poder monopolístico están dedicando enormes recursos a la especulación en los mercados monetarios, comprándose los mercados unos a otros, los bonos basura y practicando otras operaciones agresivas como Opas y fusiones que en el fondo solamente representan una actividad parásita de la economía y un aumento de la concentración de capital cada vez en menos manos, lo que en el otro polo afecta a un mayor número de pobres y empeoramiento de las capas menos favorecidas de la sociedad.


La característica más importante de este proceso es la aplastante dominación del mercado mundial por unas 200 multinacionales que controlan cerca del 90 % del comercio mundial. Pero la globalización de la economía no significa, bajo el capitalismo, una disminución de los problemas, más bien, todo lo contrario, una enorme intensificación de las contradicciones, de las tensiones, de los peligros bélicos y de los ataques al Medio Ambiente que ejercen los monopolios.


La situación social de la humanidad es calamitosa. Cerca de tres mil millones de seres humanos viven al borde de la barbarie con menos de dos dólares al día. Muchos niños mueren diariamente por enfermedades comunes como la diarrea y otras enfermedades leves en países desarrollados, pero que en países pobres mata a cerca de diez millones de niños al año. Esas enfermedades se podrían impedir con una simple vacuna, pero el capitalismo no puede siquiera cumplir sus objetivos de donar el 0,70 % de ayuda contra el hambre, no llegando en la actualidad ni a la mitad. Cerca de un millón de mujeres mueren cada año por simples complicaciones en el parto, o durante su embarazo, o por practicar abortos en infames condiciones sanitarias. Más de un millón de mujeres y niñas al año son forzadas a ingresar en el circuito de la prostitución.(Fuente: Rgenpress, octubre 2006).


Cientos de millones de niños están sin escolarizar en todo el mundo; incluso en países ricos como Estados Unidos, según declara UNICEF, se calcula que todavía un 20 % de los niños viven por debajo de la línea de pobreza, pero en el tercer mundo la situación es realmente horrible y el hambre, la miseria, la falta de agua potable y las condiciones infrahumanas no paran de aumentar. Un informe de octubre de 2006 indica que 852 millones de personas pasan hambre y el número de hambrientos en el mundo aumentan a un ritmo de cuatro millones anuales.


En África más de un millón de niños han sido asesinados, cuatro millones seriamente heridos, y cinco millones son refugiados o huérfanos como resultado de las guerras en las últimas décadas. La infancia padece cada día con más virulencia el fenómeno de la esclavitud del trabajo infantil y de los niños soldados que son reclutados con once, doce o trece años. África subsahariana puede pasar de tener el 20 % de hambrientos del mundo a sumar el 30 % en los próximos años.
La hipocresía de la burguesía que manejan los medios de comunicación occidentales, ocultando esos problemas, o los muestran, diciendo que están en vías de solución, solamente cuando hacen campañas “caritativas” en cada Navidad para acallar sus conciencias; no impiden que el producto de ese trabajo de esclavos infantiles llegue a la venta en las grandes superficies a mil veces su valor, engrosándose las plusvalías esos “caballeros y damas respetables” que son los mismos que Presiden esas mismas “empresas que practican esa falsa caridad” en vez de hacer justicia.


El caso de ejemplo típico lo tenemos en un informe publicado hace un tiempo, cuando en una fábrica de cerillas donde se explotaba mayoritariamente a niñas menores de doce años, trabajaban con productos tóxicos, seis días a la semana, haciendo más de 60 horas, por solo tres dólares. “Subsisten en el mundo 27 millones de esclavos; maltrato, trata de blancas y menores, enclaustramiento y coacción a mujeres que sirven de esclavas sexuales”. (Fuente: ONU, marzo 2007).


La creciente pobreza del tercer mundo tiene una razón fundamental; Es el enorme saqueo de sus recursos por medio del intercambio comercial que ejercen las grandes potencias con los países semi-colonizados la fuerza del imperialismo y los más de tres billones de dólares de la apabullante DEUDA del tercer mundo con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que siempre actúan al servicio de los poderosos y producen cada vez más pobreza. La pobreza es la violencia social del capital contra el trabajo.


Mientras que las reservas efectivas de dinero guardadas en el Banco Mundial y en el F.M.I. no ha duda la burguesía en utilizarlas para salvar de la quiebra a los bancos que fueron rescatados cuando la crisis hipotecaria hace unos meses, gastándose más de 500.000 millones de dólares, sin embargo, la deuda de los países pobres, que muchas veces han sido robadas y malversadas por sus propios gobiernos títeres, son exigidas por la fuerza, bajo amenazas incluso. Esos países empobrecidos tienen que verse forzados a exportar comida y materias primas, que necesitaría su propia población y recortar presupuesto que tendrían que ir a salud o a educación, que son muy deficientes, para atender los pagos de la Deuda a los países ricos.


Todo este estado de cosas está demostrando claramente que el capitalismo es un sistema obsoleto, inhumano y senil, que ataca a la humanidad de forma depravada. Existe por una parte el potencial para que toda la humanidad pudiese disfrutar de una vida digna, pero por otra, vemos que el sistema en su injusto reparto amenaza con llevar a los seres humanos a la barbarie. Para colmo de males, está también la amenaza de los ataques de los rapaces capitalistas al Medio Ambiente. En su desbocada carrera por obtener beneficios de la forma que sea, las grandes multinacionales no dudan en destruir y contaminar el planeta, para llenar los bolsillos de una minoría de ricachones.


Existen cada vez mayor número de científicos y activistas del ecologismo, que aunque no se declaran partidarios del socialismo de forma abierta, si se han visto obligados a sacar la conclusión que la única forma de salvar al planeta, y con ello, salvar a la humanidad en su conjunto, es mediante la introducción de algún tipo de economía planificada socialmente a escala planetaria, pero son los intereses de los monopolios los que lo impiden, por lo tanto, es contra ese sistema contra el que tenemos que batallar para cambiar la correlación de fuerzas. Pero cuando las cosas se tuercen, convencen de una vez y otra a los dirigentes reformistas, insistiendo en sus buenos deseos de buscar el pacto y el consenso, la tercera vía, o sea, se esfuerzan vanamente en “hacer que el tigre coma hierba”, lo que es completamente imposible, porque dice el viejo refrán, que “podrás acercar el caballo al agua, pero jamás podrás forzarlo a beber” y a la larga, esos pactos, conchabeos y consensos perjudican los intereses de la clase trabajadora, que se encuentra con las manos atadas para luchar, siendo éstos dirigentes los que ayudan al capital a restituir la tasa de ganancias para salvarles de la bancarrota, lo que a su vez, corta el paso a la lucha por la transformación socialista de la sociedad.


Las predicciones terribles, las monsergas de que esto es inevitable, de que no podemos hacer nada, que la situación no tiene remedio, son falsedades y propaganda de la burguesía para inmovilizar nuestras mentes y desmovilizar a los activistas que quieren luchar por un mundo mejor. El potencial para el desarrollo humano no tiene límites. Las condiciones para eliminar el hambre y la miseria de la faz de la tierra existen ya desde hace tiempo.


La Revolución científico-técnica ha llegado a un grado suficientemente alto para dar soluciones a los problemas sociales de la humanidad, pero, con los recursos en manos privadas no es posible; es preciso entender que hace falta disponer de esos recursos de forma planificada con criterios sociales, abandonando el egoísmo capitalista. El capitalismo ha llegado a tal grado de contradicción que se paga a los campesinos y granjeros para que dejen de producir. Se exige que se arranquen olivos, que se deje de cultivar tierra fértil. Los grandes terratenientes viven explotando al obrero y al Estado, sacando suculentos beneficios de las subvenciones. Por otra parte, se vierte el trigo al mar o se mezcla con tinte para que sea inservible. En los países ricos hay montañas de carne, mantequilla, leche que no se puede consumir, mientras que la gente se muere de hambre y se juega la vida al pasar el Estrecho buscando un pedazo de pan, porque en su tierra sufren malnutrición o dicho más llanamente, se mueren materialmente de hambre.
La prueba concreta de que el capitalismo es un sistema enfermo, que está agotado, que merece ser reemplazado por un modelo distinto, es que ya no puede cumplir su función principal, como es la de explotar a la inmensa cantidad de mano de obra que sufre de paro forzoso; que permanece improductiva, lo que representa un despilfarro enorme que no tendría que producirse cuando hacen falta para satisfacer necesidades humanas básicas. Sabemos que el trabajo es la principal actividad de nuestra vida. El sistema nos prepara para ello desde pequeños, tanto en la enseñanza, en la instrucción como en el conocimiento de la cultura de la clase dominante que nos imparte.


Los socialistas tenemos claro que el trabajo es la base sobre la que reposa todo tipo de sociedad. Si la clase trabajadora se declarara en huelga general indefinida, no se produciría comida, ni ropas, ni viviendas, ni escuelas, ni cultura, ni arte, ni ciencia. Realmente el trabajo es vida. El trabajo es la fuente de todo valor. Cuando el capitalismo le niega a una persona el derecho al trabajo no le está negando solamente el derecho a un mínimo nivel de vida; Le está privando de un bien único como es la dignidad humana. Le amputa el cordón umbilical que le separa de la sociedad civilizada; le convierte en un ser inútil y convierte su vida en un sinsentido cayendo incluso en el terror o en la desesperación que son la antesala de la depresión.


Los empresarios que cierran sus empresas, en contra de los deseos de los trabajadores, deberían estar penados por cometer un delito, porque el desempleo debería ser un crimen contra la humanidad. Es un crimen, porque criminal no solamente es el que comete el crimen, sino, el que induce a ello, y la creación del paro forma una especie de subclase en los barrios deprimidos de las ciudades y los pueblos, que condena, a veces, a los ciudadanos a delinquir para poder sobrevivir, por lo que son los defensores de este sistema los responsables de esa atrocidad criminal.


El aumento del paro forzoso fomenta la concentración de poblaciones crecientes de gente empobrecida y descontenta en las ciudades dependiendo de infraestructuras vulnerables, está fraguada de peligros, porque en definitiva, el capitalismo, trata al “ejército de reserva de mano de obra excedente” como si fuese ganado, peor que a los esclavos, pero luego, se extraña de que se provoquen levantamientos sociales virulentos, como los que hemos visto algunas veces; recordemos por ejemplo el levantamiento de la juventud francesa en la lucha de “las barriadas”, donde se quemaron decenas de miles de automóviles, los destrozos fueron descomunales y el costo social tremendo, lo que indica que el estado de bienestar ha entrado en quiebra en términos evolutivos.


Las posibilidades de revuelta de las clases empobrecidas por el sistema, como las que estamos presenciando en Kenia, que era vista como la Suiza de África, cuando después de las elecciones del pasado 27 de diciembre, provocaron una oleada de violencia, que se ha cobrado ya 360 muertos desencadenando a su vez una crisis humanitaria grave con cerca de 300.000 desplazados, que se produjo por el intento de fraude electoral, está siendo muy inquietante para las clases burguesas dominantes.


Estos procesos existen larvados y aumentan con fuerza cada vez en más países. Estallidos sociales ha habido desde siempre, especialmente los grandes disturbios en los barrios más pobres y existen numerosos factores que pueden llevar a que estos se repitan porque en vez de solucionar los problemas sociales, éstos empeoran cada vez más.


Estos procesos de agravamiento de las crisis se agudizan, porque los eslabones de la cadena capitalista se rompen casi siempre por la parte más débil, y pueden ser debidos especialmente a las consecuencias encubiertas de la ralentización o disminución de la actividad económica y sobre todo, en estos momentos que caminamos hacia una recesión prolongada o depresión que afectará más gravemente a los países más pobres.


Las sucesivas oleadas de trabajadores que se ven forzados a huir de las guerras, de las hambrunas y de las pésimas condiciones de vida de esos países con la consecuencia lógica de los aumentos de las llegadas de inmigrantes, que en pateras o cayucos se juegan la vida para alcanzar el “paraíso prometido”, serán cada vez más fuertes; pero, por desgracia, el capitalismo no tiene aquí tampoco gran cosa que ofrecerles y muchos de los que vinieron de África o de América Latina o de los empobrecidos países centro europeos, están ahora instalados en el paro endémico, en situaciones desesperadas, sufriendo calamidades igual o incluso peor que en sus propios países.


Si no se resuelven esos problemas sociales endémicos que nadie se sorprenda, si esto, algún día, provoca también en diversos puntos, una reacción violenta, levantamientos y luchas por la supervivencia a la desesperada, que podrían poner en peligro la situación de más de uno que consideran su situación económica tan saneada que no les podría alcanzar nunca. Esta ha sido una de las creencias de los que detentan el mayor confort, creyendo que los “inconfortables” aceptan pacíficamente y sumisamente su estado de injusticia crónica, para siempre, argumentando eso de que “siempre ha habido ricos y pobres” y que “Dios así lo ha querido”, pero puede que luego sea tarde para lamentarse, porque nadie puede conformarse gustosamente, a una situación de miseria que les niegue permanentemente un destino mejor y una vida digna de ser vivida, por lo que esas creencias, más tarde o más temprano van a verse refutadas súbita y sorprendentemente, cuando menos se lo esperen.


Las ciencias modernas se han encargado de explicar que el mundo no es una colección de individuos aislados, que la “autarquía” ya no es posible porque de una u otra forma todos estamos de alguna manera conectados; que la producción actual se realiza mejor de forma social, aunque la apropiación de los resultados sea todavía individual, cuestión fundamental, esta última, que es preciso considerar que tiene también que cambiar.


Para considerarnos miembros del género humano, los seres hemos tenido que comprender que es preciso admitir que hemos evolucionado separándonos de nuestra naturaleza puramente animal; hemos tenido que tomar conciencia de ello. Porque incluso los animales más desarrollados y complejos, todavía no han podido alcanzar los logros del género humano, que hemos conseguido sobrevivir e incluso prosperar en las condiciones y climas más variados, incluso bajo el mar o en el espacio, gracias a la cooperación y al trabajo social.


La especie humana se ha elevado por encima del estado “natural” zoológico, ( Con la excepción de algunas mentes reaccionarias como las de Bush y Cia que dudan del evolucionismo Darwinista) habiendo sido capaces de dominar el entorno hasta un nivel sin precedente en la historia de la humanidad. Pero, existe la paradoja de que ciertos humanos siguen creyendo que están controlados por fuerzas que escapan a su control; A su vez, defienden la llamada “economía de mercado” que se basa en la premisa de que la gente no controla sus vidas y destinos. Parece como si todos fuésemos unos monigotes en manos de fuerzas invisibles. Que todo está a merced de la providencia, que como los caprichosos e insaciables dioses del pasado, lo gobiernan todo sin orden ni concierto.


Pero luego, cuando comprendemos la realidad, vemos que esos dioses tienen sus sumos sacerdotes, que dedican sus vidas al servicio del capital; a pagar a la gente que les reportará más y más beneficios; a explotar a las masas obreras; a extorsionar a políticos y gobernantes, a pagar a las fuerzas ideológicas y armadas para tenerlas preparadas a la hora de exigirles “sacrificios patrios” que se reducen siempre a utilizar a los “obreros uniformados” para que les salven sus “sacrosantos beneficios”. Esos sumos sacerdotes no están en el cielo, ocupan los mejores puestos en los bancos y las bolsas, con sueldos medios de 250.000 euros anuales y con sus rituales elaborados, sus teorías económicas, sus “ejércitos de sotanas” y sus “chantajes preventivos y represivos” se ayudan entre ellos para obtener enormes beneficios, que son las plusvalías dejadas de pagar a la clase trabajadora.


Pero al igual que ocurría en las antiguas tribus primitivas, cuando los dioses se enfadan, cuando las bolsas se desploman, cuando el capitalismo se descompone, cuando la montaña de bonos basura, de hipotecas, de papel fiduciario se derrumba como un castillo de naipes, los nuevos chamanes liberales, los “nuevos sacerdotes del capitalismo” entran en pánico, comportándose como una horda de bestias asustadas, e igualmente inconscientes, y lo único que se les ocurre es exigirle a sus secuaces, que preparen a la clase trabajadora para que de nuevo se apriete el cinturón, por las buenas o por las manas, con el único objetivo de restaurar su tasa de ganancias, bajo el chantaje de la represión.


En la actualidad vemos que en casi todos los países, la clase trabajadora está contagiada de un profundo sentimiento de “estado de malestar”. Este proceso ha comenzado por arriba, por la crisis económica-hipotecaria-bursátil, pero se ha extendido como la pólvora por toda la sociedad. Ese sentimiento de inseguridad va en aumento, alimentado por el temor al paro, a no poder pagar la hipoteca, a la inflación galopante de los precios al consumo de primera necesidad; afecta asimismo a ciertos sectores que se consideraban clases medias, como funcionarios, como doctores, profesores, autónomos, pequeños comerciantes, porque la gente ha comprendido que nadie está a salvo de este alud que se nos viene encima.


Cuando se inició el proceso de Transición en el Estado Español hubo un debate importante sobre el abandono por el PSOE de las tesis y análisis del materialismo dialéctico. Era el método adecuado para intentar comprender la realidad de aquella dictadura que queríamos cambiar por el socialismo. Hubo discusiones enconadas entre “socialdemócratas” “socialistas” y “marxistas”. Los “socialdemócratas renovadores” decían que marcharíamos hacia la sociedad socialista paso a paso; se nos predijo que confiáramos en que los adelantos de la ciencia y la tecnología, practicando una política “reformista” iban a resolver los problemas de la humanidad. “Que primero había que producir, para después repartir” y todas esas consignas que habían asumido los reformistas de la propia clase dominante. Los defensores del materialismo dialéctico, al quedar en una pequeña minoría, aún argumentando y negando, como lo demuestran los documentos que constan en los archivos de aquella época, explicamos que no iba a suceder como “utópicamente” nos querían hacer creer los reformistas. La bancarrota del reformismo ha demostrado qué teoría era la más correcta.


Las teorías para construir el socialismo eran diversas, pero todas a largo plazo, todas para el futuro, donde hombres y mujeres no tendríamos que preocuparnos de la lucha de clases, sino del problema de qué íbamos a hacer con nuestro tiempo libre. Desde un punto de vista científico esas predicciones no estaban muy descabelladas, porque en realidad, no existe razón concreta que nos impida llevar adelante la reducción de la jornada laboral a 35, o incluso a 30 horas semanales, incrementar la producción un 10 % anual o más, con un aumento real del nivel de vida de la clase trabajadora, si se consigue un aumento de la productividad en base a la introducción y aplicación de nuevas tecnologías, pero el problema es ahora, igual que en los inicios de la transición; La aplicación de un verdadero programa socialista que rompa con la dinámica del capitalismo y fomente la participación democrática de la clase trabajadora en la construcción del socialismo.


La ciencia económica, basada en el materialismo dialéctico, explica que “bajo el capitalismo, la introducción de nueva maquinaria, lejos de reducir la jornada laboral, tiende a prolongarla. En los principales países capitalistas, podemos observar una presión sin piedad sobre lo trabajadores para que trabajen más horas por menos dinero”. “el incremento de la utilización de maquinaria bajo el capitalismo significa más horas de fatiga para los que tienen un puesto de trabajo”. “el creciente empleo de las maquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo carácter propio y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la maquina, y solo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de mas fácil aprendizaje.


Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensable para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio de todo trabajo, como el de toda mercancía, es igual a los gastos de producción. Por consiguiente, cuanto mas fastidioso resulta el trabajo, mas bajan los salarios. Mas aun, cuanto mas se desenvuelven la maquinaria y la división del trabajo, mas aumenta la cantidad de trabajo bien mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las maquinas, etc.”.


La repetición constante de tareas monótonas, por ejemplo, en una cadena de producción, convierten al obrero moderno en un esclavo de las máquinas, o sea, en una máquina más del sistema, lo deshumaniza. En los últimos años, se ha incrementado la presión sobre los ritmos de trabajo en las fábricas; se han implantado nuevos sistemas de productividad a la “japonesa” con los que el trabajador está al límite de su tiempo al segundo, privando a veces al mismo de hacer sus necesidades fisiológicas básicas. La hora de la comida, el célebre bocadillo, se reduce así como los descansos intermedios también. En algunos comercios, arrastrados por la vorágine de la “moda” de apertura en festivos de las Grandes Superficies, se ven forzados a trabajar los sábados y algunos domingos de temporada alta. Esta situación se generaliza cada vez más representando un ataque brutal a las conquistas que con sus luchas había conseguido el movimiento obrero.


Bajo el capitalismo, se utiliza la nueva tecnología y las reconversiones para empeorar las condiciones de la clase trabajadora, tanto para los obreros de cuello blanco como los de mono azul. Observamos en grandes oficinas, en hospitales, en bancos y en otros trabajos que antes eran considerados como la aristocracia obrera, que la situación de los empleados se ha degradado pareciéndose cada vez más a la que existe en una gran industria. Se padece la misma inseguridad, la misma presión impuestas por los ritmos al sistema nervioso, con el incremento de enfermedades producidas por el stress, el síndrome del “burn out”, o quemazón laboral, provocando problemas médicos, rupturas matrimoniales, depresiones y otras enfermedades.


La introducción de la robótica y la inteligencia artificial en el mundo del trabajo, manteniendo el sistema capitalista, está deteriorando aún más la calidad del trabajo, porque agudiza el excedente de mano de obra, aumentando de forma clara el “ejército de reserva” del paro forzoso. Lo que antes hacían cien hombres ahora lo realiza un robot. Si no se procede a distribuir el trabajo, reduciendo la jornada laboral, el número de parados aumenta sin cesar agudizando el conflicto social.


La psicología del período actual queda reflejada fielmente en este fenómeno insalvable bajo el prisma de la propiedad privada cuyo único objetivo es obtener beneficios, procediéndose a la deshumanización general de la sociedad, que se mezcla con la sensación de que el Humano, no tiene ningún control de su propio destino. Por el contrario, la posibilidad cada vez más cercana de crear científicamente inteligencia artificial representaría un nuevo avance de la robótica, que en una sociedad socialista, democrática , auténticamente racional, abre un enorme horizonte de avance humano, que podría mejorar la calidad de vida en todos los aspectos, pero que bajo el prisma del modelo capitalista, va a convertir a la sociedad en dos mitades irreconciliables, aumentando el número de esclavos sometidos a cada vez más ritmos.


En una sociedad socialista planificada, bajo control democrático de los trabajadores, la substitución del trabajo humano por maquinaria robotizada, sería la clave de la mayor transformación y avance cultural de la historia humana, al poder introducir de manera favorable a los trabajadores en su conjunto, la reducción de la jornada laboral utilizando el resto del tiempo para el ocio y la cultura.
La Corriente Izquierda Socialista sigue luchando por un giro a la izquierda en la política del partido y por dotarnos de un nuevo programa auténticamente socialista (1) que sirva a la clase trabajadora para la transformación profunda de las estructuras del capitalismo y abra las vías para la construcción de la nueva sociedad a la que aspiramos y que necesita la clase trabajadora.


Esta tarea debe recaer en la lucha organizada y unida de los trabajadores, porque con la participación activa y democrática de la mayoría de la población que es la clase trabajadora en la batalla que estamos librando por un mundo mejor, estaríamos en condiciones de avanzar hacia esa sociedad verdaderamente democrática, donde, liberados de la lucha cotidiana por la supervivencia y con los medios de producción bajo control democrático de la mayoría de la ciudadanía, los trabajadores y nuestras familias, podríamos participar conscientemente en todas las decisiones políticas, económicas, sociales y culturales, de la nueva sociedad que se basará en la ética, poniendo al ser humano en el fundamento de la economía y ésta al servicio de la Humanidad.


ÁREA DE INFORMACION Y COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA MÁLAGA-PSOE ANDALUCIA.
Is-psoe.malaga@terra.es

No hay comentarios: